Nuevo reto para los amigos del blog de Batuecas.
Sobre el recogimiento:
Con frecuencia, cuando hablamos de cosas espirituales, utilizamos un lenguaje que damos por supuesto, y al utilizarlo, creemos que todos lo entienden. Si lo pensamos bien, ni nosotros mismos lo entendemos.
Por otra parte, el lenguaje religioso, tiende a ser muy abstracto. Su problema es que casi siempre se refiere a un mundo que se escapa de nuestra mente: Dios, el cielo, lo espiritual. Son asuntos metafísicos.
El reto, pues, es el siguiente:
¿Qué significa el recogimiento interior? ¿Qué decimos, cuando le digo a otra persona: entra dentro de ti mismo?
El reto no es que sólo des una respuesta teórica de lo que a ti te parece, sino que digas realmente y en concreto qué significa ese entrar dentro de uno mismo.
Me suena que la respuesta ya la pones tú ahí, en los dos primeros párrafos. Es la parte negativa de la respuesta, lo que no es el entrar dentro de uno mismo verdadero. Estoy de acuerdo. Nos engañamos mucho construyendo una religiosidad con meras palabras y fórmulas que ya no evocan algo real y profundo. Ciertas prácticas piadosas, fórmulas e imágenes que salieron de la fe y espiritualidad profunda de otra gente hace siglos, y que no entendemos, se convierten en un sustituto de lo real, de una fe personal enraizada en la vitalidad del presente. Barajamos esos naipes para acá y para allá y así vamos construyendo nuestros castillos en el aire, con la ilusión de que algo significativo sucede en nuestra vida espiritual. Lo que me sugieren estos dos párrafos es que ese entrar en uno mismo tiene una antesala que es la autocrítica de todo ese mundo de imágenes y conceptos ajenos. Si somos un poco teólogos, podemos hacer una larga carrera de pulir y perfeccionar esas representaciones mentales y simbólicas, en un olvido total de lo primitivamente pretendían expresar, que era algo vivo y dinámico. San Juan de la Cruz dice que a Dios hay que ir por donde no sabemos y por donde no gustamos. Al no saber como camino se vincula lo de tus dos primeros párrafos. En cuanto al no gustar… hace falta valor para entrar en uno mismo a un encuentro honesto y sencillo de nuestras debilidades, fracasos, heridas, meteduras de pata, infidelidades, mediocridad, egoísmo, años perdidos en la bobería, sobrevaloraciones de uno mismo y de sus logros, pecados, miedos, adicciones, obsesiones, manías, complejos y hasta formas de religiosidad compulsiva de estilo barroco tardío, y un largo etc. No sé si esto ya suena a sermón y muy teórico. Voy a seguir, rumiándolo.
«Mi alma tiene extensión y altura, puede ser llenada por algo, hay cosas que pueden penetrar en ella. En ella estoy en casa, de una manera bien distinta a como estoy en casa en mi cuerpo. En el yo no puedo estar en casa. En efecto, el yo mismo, en tanto en cuanto se conciba como “yo puro”, no puede estar en casa en modo alguno. Solo un yo anímico puede estar en casa, y de él cabe decir también que está en casa cuando está en sí mismo. Vemos entonces que de repente el yo y el alma se acercan sobremanera entre sí. No puede haber alma humana sin yo, puesto que la primera es personal por su estructura misma. Pero un yo humano tiene que ser también un yo anímico. No puede haber yo humano sin alma, esto es, sus actos se caracterizan en sí mismos por ser “superficiales” o “profundos”, por tener sus raíces a mayor o menor profundidad dentro del alma. Según sean los actos en los que el yo viva, ocupará en cada caso una u otra posición dentro del alma.
Ahora bien en el espacio anímico existe un punto en el que el yo tiene su lugar propio, el lugar de su descanso, que debe buscar hasta encontrarlo y al que ha de volver cada vez que lo haya abandonado: se trata del punto más profundo del alma. Solo desde él puede el alma recogerse, pues desde ningún otro punto puede tampoco abarcarse por entero a sí misma. Solamente desde él puede el alma adoptar posiciones importantes, tomar partido por algo o hacer donación de sí misma. Todos estos son actos de la persona. Soy yo quien ha de adoptar posiciones, tomar partido, etc. Esta es el yo personal, que a la vez es un yo anímico que pertenece a esta alma, y tiene en ella su lugar propio (…)
El yo tiene su lugar propio en el alma, pero puede estar también en otros lugares, y dependerá de su libertad estar aquí o allá. El lugar en el que esté es relevante para la configuración del alma. Quien vive predominantemente o exclusivamente en la superficie, no puede acceder a los niveles más profundos. Estos existen pero no están actualizados, o al menos no lo están del modo en que podrían y deberían estarlo.
En ese caso la persona no está del todo en sus propias manos y no vive su vida íntegra. No puede recibir de modo adecuado lo que penetra en ella desde fuera: hay cosas que solo se pueden recibir desde una cierta profundidad , y a las que solo desde esa profundidad cabe dar una respuesta correcta. En tanto no descienda a los niveles más hondos, esa persona superficial tampoco estará en situación de enfrentarse con lo que se desarrolla en ellos y no aflora en actos concretos. Ahora bien la libertad puede “buscarse a sí misma”, descender a sus propias profundidades, desde ellas captarse a sí misma como un todo y tomar posesión de sí. Por ello cuando el alma no logra llegar a la plenitud de su ser y de su desarrollo es culpa de la persona”
E. S. La estructura de la persona humana (154-156)
YO NO TENGO MAS QUE DECIR, SINO ENTREGAROS ESTE HERMOSO TEXTO DE EDITH STEIN…, «MI ALMA TIENE EXTENSIÓN Y ALTURA». DECIR ESTO Y SENTIRME LLAMADA HACIA ADENTRO ES TODO UNO. DESDE EL CENTRO DE MI SER PUEDO ENCONTRAR LA LIBERTAD, EN LA SUPERFICIE ME DISTRAIGO Y ME EXTRAVIO.