La oración contemplativa no se reduce a la práctica de una técnica, sino a una actitud del corazón. Sin embargo, esa actitud no nace por generación espontánea, sino como desarrollo de un ejercicio.
El camino contemplativo se inicia cuando la persona percibe la realidad, su verdadera situación. Nunca la oración surge de la ceguedad o del autoengaño. De ahí que el inicio del camino siempre supone un reconocimiento de nuestra situación limitada.
San Juan de la Cruz lo expresa de esta manera:
Cayendo el alma en la cuenta de lo que está obligada a hacer, viendo que la vida es breve (Job 14, 5), la senda de la vida eterna estrecha (Mt. 7, 14) […] que las cosas del mundo son vanas y engañosas, que todo se acaba y falta como el agua que corre (2 Re. 14, 14),
[…] conociendo, por otra parte, la gran deuda que a Dios debe en haberle criado solamente para sí, por lo cual le debe el servicio de toda su vida, y otros mil beneficios en que se conoce obligada a Dios desde antes que naciese;
y que gran parte de su vida se ha ido en el aire […], y que ya es tarde y por ventura lo postrero del día (Mt. 20, 6) […],
tocada ella de pavor y dolor de corazón interior […], renunciando a todas las cosas, dando de mano a todo negocio, sin dilatar un día ni una hora, con ansia y gemido salido del corazón herido ya del amor de Dios, comienza a invocar a su Amado y dice:
¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
Pues bien, éste es el comienzo de toda vida contemplativa, inicio previo a todo ejercicio, actitud interior sin la que no es posible mantener por mucho tiempo una práctica contemplativa seria y profunda.
Iniciamos, pues, este recorrido hacia la contemplación, meditando este texto del gran maestro S. Juan de la Cruz
Un corazón vacío y silencioso, de apegos, de ruidos, que acoja al Amor en Plenitud, y podamos amar con este Amor, dejando a Dios ser Dios en nosotros.
Juan de la Cruz, nos lo muestra en su persona, en su obra, orémoslo en este tiempo de desierto, preparación al Misterio de Cristo muerto y Resucitado por Amor. Que el Amor renazca en nuestros corazones.
Felicidades por este espacio de desierto silencioso y contemplativo
Hoy domingo por la mañana, en Madrid, leo el texto sobre la oración contemplativa. Veo la fotografía del valle, con el fruto del árbol en primer plano, y pienso cómo corren mis días desenfrenados, sin desmenuzarlos, sin vivirlos, sin contemplar las cosas a nuestro alrededor. Leo y releo el texto de San Juan de la Cruz. Ojalá nos sigan regalando esta pedagogía desde su monasterio.
Un afectuoso saludo
Antonio
Soy ateo, practico meditación zen de forma habitual. ¿Es posible que yo pudiera pasar unos días en el silencio de vuestra hospedería? Podría compartir trabajos, pero no los momentos litúrgicos.
Gracias.
Amigo:
Con mucho gusto le recibimos en nuestra hospedría monástica. Ella está abierta a todas las personas que busquen el silencio. No es necesario que compartas la oración con nosotros, eso es libre. Puedes llamarnos al 923-161099 para concertar los días. Me alegra te hayas adentrado en el camino del zen. Las tradiciones antiguas de meditación son un gran valor para todos. La misma Iglesia Católica ve en ellas una riqueza de la que tenemos que aprender. Espero que nos conozcamos.
Fr. Ramón de la +