Pedagogía contemplativa III


En el último apartado vimos la necesidad de concretar la contemplación en una ejercicio: unos iconos, una vela, sentarse, una frase repetida…

Cuando alguien comienza a orar, empieza utilizando las herramientas más elementales, a las que estamos ya acostumbrados. Como nos son familiares, no nos es difícil ponerlas al servicio de la oración, pues ya las usamos constantemente para la vida ordinaria.

El pensamiento suele ser una herramienta muy utilizada. La persona se sienta o se arrodilla y empieza a meditar hablando con Dios o razonando sobre algún tema religioso, dándole vueltas, e intentando que ese diálogo inventado por mí, o esas reflexiones piadosas, vayan penetrando en mi alma y motivándola, de la misma manera que me dispongo a tomar una decisión, y a animarme a ser fiel a ella, cuando previamente tengo pensamientos que me van impulsando en esa dirección. Santa Teresa habla de este método de orar, y lo llama oración discursiva. Ella no es muy partidaria de él, pues a ella le era difícil concentrarse con esta técnica, y consideraba que a la larga esto cansaba la mente: ……..

Por eso, para aprender a centrarse en la oración, ella recomienda, no tanto el pensamiento, sino más bien la imaginación. Nos representamos a Dios o a Cristo dentro de nosotros. Ya sabemos que toda representación religiosa que hagamos es una invención, un artilugio que nos puede servir sólo al principio, si es que queremos avanzar hacia la contemplación.

Ciertamente, la imagen es más simple que el discurso mental, y nos podemos centrar con más facilidad porque es algo puntual, donde la mente no va de unas ideas a otras. Imagino a Cristo en una escena del Evangelio, o lo represento sólo a Él como si lo tuviera dentro de mí, y me quedo con esa imagen que observo con afecto del corazón. No es una mera observación imaginativa como cuando miro un cuadro en un museo, sino que la mirada mental la acompaño con una intención afectiva, lo que se llama devoción. La miro con devoción, y me quedo ahí. A veces, esa mirada simple la acompaño con una palabra dirigida a Dios, y esto puede intensificar la intensidad de la oración.

Esta manera de orar ha de ir acompañada por el cerrar los ojos, y nos exige una ascesis de los sentidos bastante fuerte: no mirar hacia fuera, no dejarnos llevar por los ruidos que oímos, no importarnos si hay un olor particular, etc., o sea, que los sentidos externos no nos distraigan del ejercicio orante. Todo ello requiere un cierto esfuerzo, inevitable al principio, pues nuestra tendencia es a distraernos, a exteriorizarnos.

Podríamos decir que, tanto la oración discursiva como la imaginativa, son un método de oración que utiliza herramientas para aprender a centrarnos. Esta pedagogía, en sí, no es contemplativa, pero la expongo porque mucha gente parte de ella. Otros muchos, no relacionados con las devociones religiosas, probablemente no necesiten pasar por estas técnicas, y puedan pasar directamente a la oración silenciosa de la contemplación.

[Foto: The Prayer, de Isolano]

Un comentario sobre “Pedagogía contemplativa III

  1. Nuestra Santa Madre dice con razón que la oración es ejercicio de amor, de amor a Dios.
    Amar a Dios es entregarse a El, poner tu vida a su disposición por completo, no volver a hablar de «tu vida» porque ya no existe, es suya.
    Con El es darlo todo.
    Pero en realidad El es quien se nos da del todo.
    Ama, Ama a tu Señor ,DASELO TODO, no se dejes nada…dale tu vida, tu memoria, tu historia, tu corazón, tus proyectos, tus deseos, tus miedos, tus pecados, tus huesos…dáselo todo, todo, todo…no te quedes con nada..suplícale que se quede con todo tu ser, con tu alma, con tu corazón, con tu vida, con todo…
    El esta esperando siempre a le puerta de tu corazón.
    No perderá una ocasión asi de amarte.

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