INSTRUCCIÓN para los Desiertos de la Orden de los Carmelitas Descalzos: DECRETO – Capítulo 1 (I)

CAPÍTULO 1: EL DESIERTO EN LA TRADICIÓN DE LA FAMILIA TERESIANA (I)

1. El Desierto en el Carmelo Teresiano

Nuestra Madre Santa Teresa, al recordarnos nuestra llamada «a la oración y contemplación», evoca «aquellos santos Padres nuestros del Monte Carmelo, que en tan gran soledad y con tanto desprecio del mundo buscaban este tesoro, esta preciosa margarita» de la contemplación (1). Este ideal de vida contemplativa lo propuso no sólo a sus monjas, sino también a sus religiosos empeñados en la actividad apostólica al servicio de la Iglesia. A ellos recomendó especialmente, entre otras cosas, que tuvieran «ermitas en sus huertas donde pudieran retirarse para hacer oración a imitación de nuestros santos Padres» (2).

Al igual que la Santa Madre, San Juan de la Cruz se empeñó por vivir profundamente la tradición contemplativa de la Orden. Amó la soledad y el silencio como medios apropiados para una experiencia de Dios y los recomendó vivamente (3). El ejercicio perseverante de la oración contemplativa lo hizo, al mismo tiempo, sensible a las necesidades de los hombres y lo condujo a la actividad apostólica, que a su vez enriqueció su experiencia de Dios.

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