CAPÍTULO 1: EL DESIERTO EN LA TRADICIÓN DE LA FAMILIA TERESIANA (II)
3. Principales elementos de la vida del Desierto
La vida del desierto carmelitano está caracterizada por varios elementos que se revisten de matices propios, surgidos del estilo de vida peculiar de estas casas. Podemos indicar así tales elementos.
a) La oración, que capacita para recibir el don de la con¬templación. El camino de la oración perseverante en el Desierto subraya y encarna existencialmente el concepto teresiano, según el cual orar es «tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (13).
b) La lectura sagrada. La profundización contemplativa del misterio de Dios y de la historia de la salvación se nutre de la lectura y de la reflexión. Por eso es necesario procurar personal y comunitariamente el conocimiento de la Sagrada
c) La comunión fraterna. La oración, alimentada en la lectura sagrada, es un camino de comunión con Dios que se va caracterizando cada vez más por la sencillez y la escucha, que se traducen y expresan en la vida fraterna del Desierto. El encuentro con la Humanidad de Cristo en la oración transforma y dinamiza todo lo humano de nuestro ser, hecho para la relación con los demás. Por eso, sin necesidad de perder el ambiente de oración y de soledad, en el Desierto se da una auténtica comunicación con los hermanos en la plegaria comunitaria y en los demás actos comunitarios, en el aprecia y el servicio mutuos, en la comunicación de la experiencia de Dios y el diálogo fraterno establecido (15).
La comunión fraterna de quienes viven en el Desierto ha de abrirse a la fraternidad más amplia de toda la Orden, contemplativa y apostólica, de la cual forma parte. Así el Desierto se convierte en una realidad integrada en la vida de todo el Carmelo. La posibilidad de que los religiosos del Desierto sean llamados a prestar otros servicios en su Provincia y el hecho de que la comunidad eremítica pueda ser renovada con la presencia de nuevos religiosos hacen también visible la comunión de quienes participan del mismo carisma teresiano (16).
Expresión privilegiada de la comunión orante de la fraternidad eremítica es la celebración litúrgica, cumbre y fuente de la vida de la Iglesia (17). En ella los religiosos, formando un solo corazón, ofrecen juntos a Dios un sacrificio de alabanza y de acción de gracias, interceden por todos los hombres y se hacen voz de los que no tienen voz en las sociedades injustas y deshumanizantes (18), de los que perdie¬ron el sentido de la vida y carecen de paz, de los que sufren, para que el Señor les haga justicia y les conceda la alegría de la liberación (19).
La celebración eucarística de la comunidad, como principal expresión de la oración litúrgica, es el centro de la vida del Desierto. En ella la comunidad eremítica, congregada por el Padre, se va convirtiendo por la acción del Espíritu Santo en el Cuerpo de Cristo, para gloria de Dios y vida del mundo (20).
d) La abnegación evangélica. La vida de oración contemplativa exige abnegación evangélica. La estructura misma del Desierto implica muchas renuncias, privaciones e incomodidades. La fidelidad y constancia en la búsqueda de Dios, el desconocimiento de los frutos de la propia vida contemplativa, el trabajo responsable, la paciencia y fortaleza en la vida solitaria, la abnegación de sí mismo en la vida comunitaria y otros aspectos más piden vencimientos que llevan a superar el egoísmo. Por otra parte, a este esfuerzo ascético hay que añadir los sufrimientos y las angustias de los hombres, especialmente de los más necesitados, que el ermitaño asume en su corazón (21).
e) La dimensión apostólica. La oración cristiana es por su misma naturaleza apostólica. Esta apostolicidad, que tan íntimamente caracteriza a la familia del Carmelo Teresiano, en el Desierto se expresa, ante todo, con la oración animada de intenciones apostólicas; una oración que lleva a compartir los sufrimientos y las necesidades de los demás, que el religioso los hace suyos. Junto con ello, existe otra manera de vivir y expresar la dimensión apostólica del Desierto: la capacidad de acoger fraternamente a quienes llegan a él para compartir este género de vida (22).
f) La soledad. «Acostumbrarse a la soledad es gran cosa para la oración» (23). La vida del Desierto teresiano está carac¬terizada también por la soledad, que crea un ambiente propicio para una experiencia contemplativa de Dios. En ella se toma una conveniente distancia frente a los acontecimientos y se puede renovar y actualizar 1a opción fundamental por Dios. Al hacerse consciente de su relación íntima con El, el religioso se pone en mejores condiciones para escuchar y penetrar la Palabra divina que resuena en 1a Escritura y en la vida (24).
g) El silencio. La escucha de la Palabra de Dios crea un espacio interior de silencio, como condición para el diálogo constante con Dios (25); un diálogo en e1 que el religioso pueda asumir, en forma consciente, toda la creación y toda la historia para hacerlas volver a su Creador en forma de respuesta’ El silencio y la soledad del Desierto se hacen «sonoros» (26). Se descubre a Dios en todo, se contempla a Cristo en los hombres, se entiende mejor el mensaje de los «signos de los tiempos» (27).
h) El trabajo manual. Sujetos a la ley común del trabajo (28), como dimensión fundamental de la existencia del hombre en la tierra, como participación a la obra de la creación y como medio de sustento y de servicio (29), los religiosos que viven en el Desierto deben dar un lugar importante en su vida al trabajo manual (30). Al integrarlo en su estilo de vivir, harán de él una expresión de su solidaridad con los pobres.
Soportando la fatiga del trabajo en unión con Cristo crucificado, colaborarán con El en la redención del mundo (31). Atestiguando el sentido humano del trabajo hecho en libertad de espíritu, se realizarán como personas y tomarán conciencia de la realidad del mundo y de las cosas, que se trasforman también en un lugar de encuentro con el Señor (32).
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Entradas anteriores relacionadas:
- INSTRUCCIÓN para los Desiertos de la Orden de los Carmelitas Descalzos: DECRETO
- INSTRUCCIÓN para los Desiertos de la Orden de los Carmelitas Descalzos: DECRETO – Capítulo 1 (I)
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NOTAS (13) Vida, 8,5; cf. Fundaciones, 5,16; Constituciones OCD, 55.56.66. (15) Cf. Camino de Perfección (Escorial), 20,1; Camino de Perfección, 4,7; Constituciones primitivas de Santa Teresa 6.8; Constituciones OCD, 73. (16) Cf. Constituciones OCD, 15. (17) Cf. Sacrosanctum Concilium, 10. (18) Cf. Evangelii Nuntiandi, 30. (19) Cf. Salmos 7.17.22; Isaías, 26, 7-21. (20) Cf. Sacrosanctum Concilium, 47-4$. (21) Cf. Camino de Perfección, 10,1.5; Subida del Monte Carmelo, 1,13; Subida del Monte Carmelo, II, 7,11. (22) Cf. Camino de Perfección, 1,1-6; 3,1.7-10; 35,5. (23) Cf. Camino de Perfección, 4,9; 13,6; Modo de visitar los conventos, 15.42. (24) Cf. Subida del Monte Carmelo, III, 39,2; 40,2; Juan de la Cruz, Carta del 19.8.1591. (25) Cf. Llama de amor viva I3, 3,34.35; Cántico Espiritual T3, 39,12; Dichos de luz y amor, 104 (Silverio). (26) Cf. Cántico Espiritual B, 14-15; 25-26. (27) Cf. Apostolicam Actuositatem, 4. (28) Cf. Perfectae Caritatis, 13. (29) Cf. Regla 17. (30) Cf. Laborem Exercens, 4,25; Evangelica Testificatio, 20. (31) Cf. Laborem Exercens, 27. (32) Cf. Fundaciones ,8.