El Contemplativo y el mundo (2 de 3)

¿Es el contemplativo un hombre ajeno al mundo? ¿Se siente el contemplativo un ser extraño, sin misión y casi desterrado? ¿Tiene algo que decir hoy el contemplativo a los hombres sus hermanos?

La historia de los hombres en relación al misterio de Dios se puede comparar a la trayectoria que hace la tierra alrededor del sol. Unas veces la tierra está más cerca del sol y los rayos de éste le dan en toda su potencia. Otras veces se va alejando más y más y los rayos del sol llegan más débiles. Pero cuando parece que se va a alejar del todo, la tierra da una vuelta y comienza de nuevo el acercamiento. Sigue leyendo «El Contemplativo y el mundo (2 de 3)»

El contemplativo (introducción)

En todas las religiones ha habido contemplativos; incluso en el mismo ateismo han surgido hombres y mujeres que pueden ser considerados contemplativos y lo son. Pero no nos vamos a detener ahora en el hombre contemplativo en general, sino en el contemplativo cristiano.

Lo primero que hay que aclarar es que no debemos confundir contemplativo con hombre de oración. Todo contemplativo es hombre de oración, pero no todo hombre de oración es contemplativo.

El contemplativo cristiano es aquel que está convencido que por sus propias fuerzas no puede ver a Dios. No porque Éste esté lejos, ni se oculte. El contemplativo sabe que no puede ver a Dios, porque Dios es tan infinitamente real que nuestra capacidad humana, no es capaz de captarlo en todo lo Dios que es. Sigue leyendo «El contemplativo (introducción)»

Terremoto en Haiti

Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio  muerto.
Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. 
 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. 
Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. 
Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? 
El dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo. (Lc 10,30)
Oración por Haití

Dios nuestra esperanza, te confiamos las victimas del terremoto en
Haití. Desconcertados por el incomprehensible sufrimiento de inocentes,
te pedimos que inspires los corazones de aquellos que buscan aportar la
ayuda tan indispensable. Conocemos la fe profunda del pueblo haitiano.
Asiste a quienes mueren, fortifica a quienes están abatidos, consuela a
quien lloran, derrama tu Espíritu de compasión sobre este pueblo tan
probado.

(Hermano Alois, Iglesia de la Reconciliación, Taizé, Domingo 17 de enero
de 2010)

 

 

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Siéntate solitario y silencioso (Lm 3)

Cuan bien engañados andan los que hacen poco caso de estas cosas exteriores, de la molestia y silencio, diciendo que no está en eso la perfección, sino en lo interior del corazón y en las verdaderas y sólidas virtudes. Lipómano trae un ejemplo muy bueno a este propósito, sacado del Prado Espiritual. Cuéntase allí que uno de aquellos padres viejos que moraban en el desierto de Sitia fue un día a la ciudad de Alejandría a vender cestillas que había hecho, y vio allí otro monje mancebo que había entrado en un bodegón, lo cual sintió el viejo mucho y acordó esperar que saliera para decirle su parecer, y en saliendo, llámale aparte, y dícele: “Hermano mío, ¿no veis que sois mozo y que son muchos los lazos de nuestro enemigo? ¿No sabéis el daño que recibe el monje en andar por las ciudades, por las figuras y representaciones que le entran por los ojos y por los oídos? Pues, ¿cómo os atrevéis a entrar por los bodegones, donde hay tantas malas compañías de hombres y mujeres, y donde por fuerza habéis de ver cosas malas y oír lo que no queréis? No, por amor de Dios, hijo mío, huid al desierto, a donde, con la ayuda de Dios, estaréis a salvo y seguro”.

Respondió el mancebo: “Andad, padre, que no está en eso la perfección, sino en la limpieza del corazón: tenga yo limpio el corazón, que eso es lo que quiere Dios”. Entonces levantó el viejo las manos al Cielo, diciendo: “¡Bendito y alabado seáis Vos, Señor, que 55 años ha que estoy en este desierto de Scitia, con todo el recogimiento que he podido, y aún no tengo el corazón limpio, y éste, tratando y conversando en las tabernas y bodegones, ha alcanzado limpieza de corazón!”. Yo os confieso que la perfección esencial está en la limpieza y puridad del corazón y en la caridad y amor de Dios, y no en estas cosas exteriores; pero no tendréis y alcanzaréis esa perfección si no tenéis mucha cuenta con la guarda de vuestros sentidos y con la modestia exterior.

(Tomado del libro Ejercicio de Perfección del P. Rodríguez)