El Sentido de la Vida


La pregunta sustancial del hombre moderno no es la del hombre antiguo que se preguntaba por la salvación; ni la del hombre medieval que se preguntaba por la naturaleza sobrenatural que asume la nuestra; tampoco el hombre moderno se preocupa por encontrar un Dios misericordioso como Lutero. El hombre moderno se pregunta por el sentido. ¿Mi vida tiene sentido? Esto, consciente o inconscientemente, aparece como una pregunta insoslayable: la libertad absoluta y a veces desquiciante, el hedonismo, el consumismo, etc, etc son respuestas dadas a esta pregunta que martillea la conciencia del hombre moderno.

 ¿Puede Santa Teresa, mujer inquieta del siglo XVI, darnos alguna pista para resolverla?

 Para Teresa, el hombre, no puede ser pensado sin Dios: “A mi parecer jamás nos acabamos de conocer, sino procuramos conocer a Dios” (1M 2,4). Teresa por el camino de la interioridad no sólo se supo radicada  en Dios, sino habitada por Él.

 Conocer a Dios para conocerse a si mismo a la luz de Dios constituye para Teresa el fundamento del sentido de la vida del hombre. Teresa descubrió en su experiencia que la acción de Dios para dar vida y sentido al hombre no es algo externo o extraño al hombre, sino que tiene el manantial en el centro del hombre mismo. Supo ir descubriendo, que lo más hondo del hombre es una especie de apertura radical a Dios.

 El sentido de la vida del hombre vendrá de entrar en contacto con esa fuente, que es Dios que es recreador del ser humano, no lo oprime ni lo angosta, sino que lo dilata y lo ensancha, lo rehace.

Para descubrir el sentido de su vida, el hombre, nos enseña Teresa, no le basta con conocer el castillo y pararse delante de él. ¡Tiene que entrar! Y para entrar en él, sólo hay una puerta: la oración

El hermano