Dibujo realizado por el P. Próspero que representa el Monte Carmelo y Haifa
Es curioso que como buen riojano le gusta y dice que ha tomado siempre vino, pero comenta que: “el agua de la fuente de de Elías y cisternas del Carmelo da más fuerza y salud que los mejores vinos”. Así es, ya que todos los que vienen y enferman es a causa de este vino. A los dos años de haberse asentado, corren peligro al morir el Emir de Sidón que era su defensor. Se refugian en Acre, pero Próspero no se siente seguro, se embarca para Roma y quiere que el General le destine a un convento tranquilo. En Malta tiene una visión que le induce a hacer un voto de volver aunque le cueste la vida. A su regreso, Próspero va convirtiendo a la fe cristiana con el posterior bautismo a varios musulmanes y el Emir en persona le consulta sus proyectos y le pide oraciones. Todo esto no le hace apartarse de la oración ya que sabe compaginar muy bien las dos actitudes. En cuaresma se retira a lo más profundo y escondido de la selva del Carmelo. Su vida va tocando a su fin y en 1652 pierde el sentido por tres días y sufre la peste de la que se repone y a partir del verano de 1653 empeora y sufre una apoplejía de la que ya no puede recuperarse. Poco a poco la llama impetuosa que recibió de Elías al que tanto acudía en sus dificultades se convierte en un pabilo vacilante que se apaga en la tarde del 20-11-1653 cuando este portentoso riojano tenía 70 años. Sus últimas palabras antes de encontrarse con su querida Madre del Carmen a la que tanto debía y mostraba una gran devoción fueron estas: “Cúmplase la adorada voluntad de mi Señor y mi Dios”. Este es el testimonio de un auténtico misionero al que no se le puso nada por delante con tal de llevar acabo lo que fue el sueño siempre querido del Carmelo Descalzo, el inicio de una nueva etapa en la historia de las misiones y el ideal y meta de toda su vida: recuperar el Monte Carmelo y poder dar de nuevo culto a la Reina y Hermosura del Carmelo en su propia casa. No sólo fue un gran misionero sino que también supo vivir y disfrutar de la vida de retiro, silencio, trabajo y oración del Desierto Carmelitano. Primero en Varazze durante dos años y más tarde en la cuna del Carmelo, en las mismas cuevas que moraron nuestros santos padres del Monte Carmelo. Gracias al P. Próspero los carmelitas descalzos tenemos la gran suerte de poder habitar en el mismo lugar en que se dieron los primeros pasos del Carmelo. Si miramos al Monte Carmelo vemos al P. Próspero haciendo vida el ideal de nuestra Madre Teresa de Jesús: “Marta y María han de andar juntas para hospedar al Señor y tenerle siempre consigo”. No se puede separar la acción de la contemplación, una lleva a la otra y viceversa. El carmelita descalzo tiene que saber meterse en las cuevas y selvas del Monte Carmelo para encontrarse en intimidad con “aquel que sabemos nos ama” y acoger y anunciar su Palabra a todos los que le rodean. Esto es precisamente lo que el P. Próspero hizo en su vida. Próspero del Espíritu Santo pasó del palomar de Desierto de Varazze al del Monte Carmelo y en el silencio supo descubrir la llamada de Dios a la misión. Gracias a su experiencia vivida en el Desierto de Varazze y en el Monte Carmelo Próspero del Espíritu Santo emprendió un vuelo que muchos han querido seguir: unir en sus vidas el Desierto y la misión.
Fray Rafael Pascual Elías ocd