Dicen algunos que estamos en tiempos de primavera eclesial, de apagarse de la fe, de desesperanza por parte de tantos creyentes, que caminan desorientados en un mundo que cambia aceleradamente y que parece querer caminar sin Dios.
En estos momentos los cristianos pueden olvidar que la Resurrección sucedió de noche. En una noche oscura, llena del silencio de Dios, del dolor de María y de la falta de fe de los discípulos. Una noche que purificó en el corazón de los discípulos las imágenes falsas de un Jesús Mesías a la manera de los hombres y de sus aspiraciones simplemente humanas.
Pero una mujer, anuncia la verdad de esa noche, de esa noche profunda en la que no acaban de ver, que en medio de la noche se había echo la luz. La fe de aquellos hombres se había transformado del feo gusano de seda en una hermosa mariposa.
Sí,volverá la primavera, aunque quizá la noche tenga que purificar nuestra fe . En nuestro caminar cristiano, la Resurrección está indicando algo que va más allá de nuestras propias miradas. Quizá todavía no podemos tocar a Jesús, pues nuestra fe inmadura no permite verlo en su realidad. Pero Dios ha dicho ya la última palabra, una sóla, la ÚNica, la definitiva. Y esa es una palabra de vida, que saboreamos todavía en la noche, en la incertidumbre. Pero sólo aquel que es capaz de caminar en la noche, noche a veces horrenda y tenebrosa, llegará a encontrarse con el Señor Resucitado, y no lo confundirá con el jardinero como la Magadalena, sino que como Tomás podrá decir Señor mío y Dios mío.
Es de noche, pero Cristo ha Resucitado, y los brotes de esta nueva primavera empiezan a sentirse. Algo nuevo está naciendo, ¿no lo sentís?
El hermano