TERESA DE JESÚS “SE ENCUENTRA” CON EL RESUCITADO (I)


Santa Teresa de Jesús vive en plenitud la Resurrección de Cristo y es el mismo Cristo resucitado quien se le aparece. Ella misma nos lo cuenta en el libro de la Vida:

“Estando un día en oración, quiso el Señor mostrarme solas las manos con tan grandísima hermosura que no lo podría yo encarecer. … Desde a pocos días, vi también aquel divino rostro, que del todo me parece me dejó absorta. No podía yo entender por qué el Señor se mostraba así poco a poco, pues después me había de hacer merced de que yo le viese del todo, hasta después que he entendido que me iba Su Majestad llevando conforme a mi flaqueza natural. ¡Sea bendito por siempre!, porque tanta gloria junta, tan bajo y ruin sujeto no la pudiera sufrir. Y como quien esto sabía, iba el piadoso Señor disponiendo … 

Sonlo tanto los cuerpos glorificados, que la gloria que traen consigo ver cosa tan sobrenatural hermosa desatina … Un día de San Pablo, estando en misa, se me representó toda esta Humanidad sacratísima como se pinta resucitado, con tanta hermosura y majestad … Sólo digo que, cuando otra cosa no hubiese para deleitar la vista en el cielo sino la gran hermosura de los cuerpos glorificados, es grandísima gloria, en especial ver la Humanidad de Jesucristo, Señor nuestro, aun acá que se muestra Su Majestad conforme a lo que puede sufrir nuestra miseria; ¿qué será adonde del todo se goza tal bien?” (V 28, 1-3).

El “encuentro” de Teresa con Cristo resucitado es un camino en el que poco a poca va descubriendo la Gloria de Dios. Es una realidad que le desborda y que le llena de inmensa felicidad y gozo. Teresa de Jesús ve en primer lugar solamente las manos. Esas manos que años más tarde le van a entregar un clavo que se convierte es signo del matrimonio espiritual de Teresa con Cristo. Son las manos con las que Cristo acaricia, cura y consuela a Teresa. No queda todo en las manos, sino que pocos días después ve el divino rostro de Cristo que le marca en su interior profundamente. Ese rostro que ha contemplado tantas veces en la Pasión sudando sangre, escupido, abofeteado, coronado de espinas y al final caído sobre el propio pecho lo ve ahora glorificado. Ya no es un rostro doloroso y sufriente, sino que es un rostro glorificado, iluminado y radiante de una potente luz que proviene de la resurrección.

La Santa de Ávila se pregunta por qué Cristo se le va mostrando poco a poco y no lo hace de una vez. Se da cuenta de que no se halla preparada, de que su persona no se encuentra en condiciones de contemplar tanta belleza y hermosura junta en la persona de Cristo resucitado. Cuando reconoce y asume esta debilidad, llega el momento en que toda la Humanidad  de Cristo se le muestra. Cristo resucitado se le manifiesta ya en su plenitud, igual que a la Magdalena en la mañana de Pascua. El mismo Dios hecho carne y resucitado de entre los muertos se le aparece a Teresa y le transforma totalmente. Es una experiencia que va a convertirse en un jalón clave de su vida espiritual. Es algo que nunca olvidará y que va a cambiar por completo la vida de Teresa de Jesús hasta tal punto que nos dirá que “no hay poderlo olvidar … queda el alma otra, siempre embebida”, pero esto lo dejamos para otro día.

Fray Rafael Pascual Elías OCD

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