EL DIARIO DE BATUECAS (II)

Como ya dijimos hace tiempo vamos a ir presentando algunas páginas de este auténtico tesoro escondido en lo más profundo del valle de Las Batuecas. Lo primero que descubrimos en este Diario es un aviso para los que vayan “creando” la historia del Desierto de Batuecas:

“A la Hermana San Francisco, que sea buena Historiadora, para lo que pasare” (N. M. Sta. Teresa).

Estas son las primeras palabras que encontramos en el Diario de Batuecas. Nada mejor que el testimonio de la misma Santa Teresa para advertirnos de que quien escriba en estas páginas ha de ser fiel a la historia. Estas letras las dirige la Madre Teresa de Jesús a su querida hija María de San José en una de sus numerosas cartas que dirige a esta insigne carmelita descalza. Entre otras cosas aprovecha para dar algunos consejos a sus hermanas del Carmelo de Sevilla entre los cuales encontramos este aviso para la hermana Isabel de San Francisco.

Siendo fieles a la Mística Doctora hemos de recoger los datos históricos sin tergiversarlos para que con el paso del tiempo puedan ser leídos sin problemas a la hora de comprender y conocer una determinada época histórica.

Damos paso a la lectura de las primeras anotaciones que encontramos en este diario que se inicia en 1915. Solamente se hace referencia a los primeros carmelitas descalzos que llegaron al Desierto de Las Batuecas una vez comprada la finca:

 

“Vinieron el P. Camilo de la Inmaculada Concepción y el Hno. Manuel María de San José, alias el Portugués, a hacerse cargo de la finca por mandado del R. P. Provincial Fr. José Gabriel de Jesús María el día … (no está escrito el día de la llegada).

Dicho P. Camilo compró un atajo de 116 cabras y un mulo, e hizo otras pequeñas  cosas a favor de la casa.

Marchó el mencionado Padre Camilo el día cinco de Junio de 1916”.

 

Así de sencillo y así de entrañable es el primer cronista de este diario. Apenas recoge más allá de los nombres de los primeros moradores del añorado Desierto de San José del Monte de Las Batuecas. Lo primero que tienen que hacer es autoabastecerse; por ello compran nada menos que 116 cabras que servirían para tener leche y poder comerciar con ellas con los cercanos vecinos de La Alberca y Las Hurdes. Necesitan también un medio de locomoción válido para el lugar en que se encuentran; el más apropiado es el mulo. El P. Camilo marchó antes de un año y el Hno. Manuel se quedó en compañía de otros religiosos que para aquella fecha ya disfrutaban del encanto de Batuecas.

 

 

Por hoy nos basta; para desentrañar y sacar a la luz este preciado testimonio que encierra el Diario de Batuecas nos hacen falta muchos días, es mejor ir poco a poco para disfrutar y saborear el embrujo de unas páginas escritas a la luz de las velas de cera virgen de abeja que daban luz y calor a tantos hermanos nuestros que quisieron dejar constancia de una parte muy desconocida de la historia del Carmelo Descalzo.

 

 

Fr. Rafael Pascual

 

VOLVER AL EVANGELIO

Algunos de los principios esenciales de acuerdo a los cuales vivimos los monjes son sin duda los del Evangelio. Sin embargo, no creo que nosotros los monjes pensemos con frecuencia en el Evangelio como nuestra regla esencial a la luz de la cual todas las otras reglas deben ser constantemente juzgadas. A veces se permite a otras reglas y a los libros de costumbres obscurecer las exigencias del Evangelio o hasta excusarnos de ellas. A veces en lugar de la libertad real en el Espíritu o del ejercicio de la verdadera caridad, se busca “la seguridad de la obediencia” a una regla o a un libro de costumbres.

Existe por supuesto, nuestro común, básico, egoísmo humano. Y pienso que muchos de nosotros, jamás nos hemos encontrado con alguien que viva profundamente el Evangelio, que este convencido de que en último termino, el monaquismo no es mas que eso y nos haya desafiado a participar de esa visión y de ese modo de vivir. Además, el énfasis sobre un enfoque de los Evangelios más literal y racionalista en nuestros programas de estudio ha llevado a una apreciación bien conceptual de los, mismos. No hemos empleado tiempo suficiente en los mismos Evangelios ni los hemos encarado como una verdadera lectio divina (me parece que en la actualidad pocos saben hacer una verdadera lectio y no se les enseña esto a los novicios).

Estoy seguro de que esto varia de monasterio a monasterio, pero mi limitado conocimiento indica que el Evangelio no ha sido lo primario y lo central en la renovación y en los diálogos de muchas comunidades. Los que claramente hablaban (le un simple retorno al Evangelio han encontrado, a veces, de parte de los otros, el temor de que esto significaría perder lo que es distintivo del monaquismo. Es verdad que algunos, buscando un simple retorno al Evangelio, no se han preocupado suficientemente de la peculiar expresión monástica de vivir el Evangelio. Pero generalmente no parece haber una preocupaci6n suficiente por evaluar la vida monástica a la luz del Evangelio. Es necesario que veamos la Regla como algo relativo y los medios como medios.

IV. Necesitamos verdaderos padres y madres espirituales, verdaderos starets, que puedan engendrar un modo de vivir evangélico. Los monjes y las monjas que lo deseen, que sienten que son llamados a eso, podrían ser liberados de las preocupaciones ordinarias para poder sumergirse profundamente en el Evangelio y así desafiar y ayudar a los demás. La misma comunidad podría hacer en común alguna búsqueda seria en el Evangelio y todos los diálogos monásticos podrían comenzar con un texto, dejando que el Señor diga la primera palabra.

A todos se les puede alentar para dedicarse a un serio estudio bíblico, pero es necesario que el interés vaya no solo a los estudios modernos sino también al comentario Patrístico y Medieval y a todos los sentidos de la Escritura.

Somos seres encarnados y aunque flojos en nuestra apreciación de los símbolos, sin embargo la sacramentalidad nos afecta y recibiremos su sello si se le da al texto sagrado un lugar destacado en nuestros oratorios, salas de comunidad y celdas, si su lectura centra la oración pública, las reuniones y nuestra lectio personal.

Monasterio de Santa María, Madre de la Iglesia. Uruguay

EPIFANIA

Toro, Zamora, iglesia de San Sebastián de los Caballeros.

Epifanía (h. 1330), pintura mural de Teresa Díez

También nosotros venimos a adorarte, oh Cristo, en esta regia Epifanía que nos reúne hoy a tus pies a todas las naciones. Nosotros seguimos la huella de los Magos; porque  hemos visto también la estrella y hemos acudido. ¡Gloria a Ti, Rey Nuestro!, a Ti que dices en el cántico de David: “He sido entronizado rey sobre Sión, sobre el monte Santo, para anunciar la ley del Señor. El Señor me dijo que me daría los pueblos por herencia, y un imperio hasta los confines de la tierra. Comprended, pues, ahora ¡oh reyes! ¡Enteraos los que gobernáis el mundo”! (salmo II)

Pronto dirás, oh Emmanuel por tu propia boca: “Todo poder me ha sido dado en el Cielo y en la Tierra”. Hoy vemos despuntar la aurora de este día maravilloso; tus conquistas comienzan hoy; ¡Oh rey de los siglos! Desde el Oriente llamas a las primicias de la gentilidad que tenías abandonada, y en adelante va a formar parte de tu herencia. Durante muchos siglos la raza de Abrahán fue tu predilecta; en adelante lo seremos nosotros los gentiles; Israel fue sólo un pueblo, y nosotros en cambio somos numerosos como la arena del mar y cómo las estrellas del cielo. Israel vivió bajo la ley del temor; la ley del amor fue reservada para nosotros.

Dom Guéranger, El año litúrgico