La búsqueda de Dios en el corazón del hombre

Ser consciente de las propias debilidades no ha de frenar nuestra búsqueda de Dios. Si de una parte encontramos en nuestros santos el anhelo por las alturas, por lo más hondo, de otra, no les falta la consciencia de su debilidad e impotencia. Es en la conjunción de estas dos verdades existenciales (nuestra finitud y nuestro deseo de eternidad) que se devela una realidad que nos transciende. ¡Es Dios que nos santifica con su gracia! Él viene al encuentro de todos aquellos que le buscan con corazón sincero. La certeza de que es Dios quien eleva el alma, San Juan de la Cruz lo ha dejado recogido en sus versos de la oración de alma enamorada: “¿Quién se podrá librar de los modos y términos bajos si no le levantas tú a ti en pureza de amor, Dios mío? ¿Cómo se levantará a ti el hombre engendrado y criado en bajezas, si no le levantas tú, Señor, con la mano que le hiciste? ”.

Del mismo modo, Teresita fundamenta su camino en esta certeza interior. Llamará esta experiencia de fe de ascensor divino. Escribe: “El ascensor, que ha de elevarme hasta el cielo, son tus brazos, ¡oh, Jesús!”. Y añade las consecuencias de este principio en la vida cotidiana: “por eso no tengo necesidad de crecer; al contrario, debo seguir siendo pequeña, serlo cada vez más” (MC 271). La imagen que las palabras de Teresita evocan es bella: un niño, débil, pequeño, totalmente incapaz de llegar donde quiere, pero como tiene el afecto de su padre, vuelve a él su mirada. Entonces, el padre, compadecido de su frágil criatura se abaja, lo toma en sus brazos y lo eleva hasta su corazón.

San Juan de la Cruz profundizó mejor las características de esta búsqueda. Es la búsqueda de alguien que se ve herido de amor. Solamente con esta “inflamación de amor”, el alma se pone a camino. El amor es el combustible, sin ello no hay disposición para emprender esta jornada.  La noche oscura por la cual pasará el alma le servirá para purificar su forma de amar. Cuanto más libre sea una persona, más podrá amar a Dios en plenitud.

La santidad en el Carmelo es esta búsqueda de experimentar y corresponder al amor de Dios. Búsqueda que pone a la persona en camino, un verdadero éxodo, pues tiene que salir de sus gustos personales y acoger la voluntad de Dios como algo suyo. En ese camino se encontrará con sus limitaciones y su pequeñez. Pero, esto no le impedirá seguir su senda, basta que confíe en Dios y ponga en él la certeza de éxito en su tarea. Dios es la fuente de santidad y es Él que nos santifica.

Fray Emmanuel María