
Amiga/o, quienquiera que abras esta página web, bienvenido seas. Espero poder ofrecerte una reflexión sencilla, con la que compartir el silencio creador de este valle de Las Batuecas.
Hoy me he vuelto a sorprender en la oración con algo que ha llenado mi vida de paz y consuelo. Cuando quería descartar de mi memoria lo que leía en el salmo 10, que habíamos recitado en la oración de vísperas, que no era otra cosa que lo que de alguna otra forma me habían enseñado de niño: “El Señor tiene su trono en el cielo, su ojos están observando, sus pupilas examinan a los hombres”. Había que tener un cierto miedo de Dios porque Él lo veía todo, nada podías ocultarle, por tanto había que actuar bien, porque si actuabas mal, aunque nadie lo viera, Dios sí, y por supuesto era para juzgar tu mala acción y castigarte, al menos así yo lo entendía.
Pues bien, que distinto fue en la oración esta tarde, que me viera Dios, que lo observa todo, no me asustaba, al contrario me llenaba de consuelo saber que no le podía dejar indiferente mi existencia, pero aún más me llenó de alegría saber que sus pupilas examinan a los hombres, porque comprendí, que esas pupilas, las niñas de sus ojos, me miraban llenas de ternura, para examinarme, que es purificarme, permitirme superar mis caídas, mi debilidad, y sentir su apoyo.
Esto, tengo que reconocerlo, me vino de la mano de San Juan de la Cruz, “el mirar de Dios es amar”, “cuando Tú me mirabas su gracia en mí tus ojos imprimían” y la noticia, general, amorosa, volvió a envolver mi oración.
Fray Francisco Brandle