La ofrenda al amor misericordioso


Amiga/o, quienquiera que abras esta página web, bienvenido seas. Espero poder ofrecerte una reflexión sencilla, con la que compartir el silencio creador de este valle de Las Batuecas.

            Sigo compartiendo lo mucho que para la oración me ayuda alguna frase de un salmo. Se constituye en ese canon que repetido me mantiene en atención amorosa, que me abre a esa noticia, comunicación de Dios, general y oscura, pero llena de la vida de Amor que es Dios. Oraba el salmista por el rey, suplicando a Dios que se acordara de sus ofrendas y le agradaran sus sacrificios (Cfr. Sal 19), me lo quise aplicar a mi vida, y no encontraba modo de encajarlo. Me parecía presuntuoso presumir de poder ofrecer algo a Dios, o presentarle sacrificios de su agrado. Por un momento prensé que poco me iba a ayudar ese canon, hasta que vino a mi memoria la experiencia de Teresa del Niño Jesús, ¿qué sacrificios podríamos hacer?, ¿qué ofrendas ofrecer a un Dios que se presente como exigencia para el hombre? Ninguno le bastaría.

Pero la ofrenda al amor misericordioso, sin dar más vuelta, es la que siempre podemos hacer, que exige el sacrificio de una vida, vivida en amor como respuesta. Se me hizo la luz, y pude vivir mi oración envuelto en ese amor misericordioso al que poder ofrecerle una vida que quiere traducirse en experiencia de amor entregado. Entregado en la cotidianeidad de actos muy sencillos, los que me ofrece el quehacer de cada día, o entregado en la aceptación de lo que se me va dando a través de quienes me rodean, sea del signo que sea, agradable o penoso.

Fray Francisco Brändle

Anuncio publicitario