¡Oh Cruz Fiel!


San Juan de la Cruz, litografía s.XIX, Museo de Ávila

¡Oh Cruz, fiel, árbol único en nobleza!

Jamás el bosque dio mejor tributo en hoja, en flor y en fruto.

¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la vida empieza con un peso tan dulce en su corteza!

Al mirar hoy la Cruz contemplamos a Jesús en su oblación de amor por nuestra salvación. Ella es para nosotros instrumento de Redención: “Tu Cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos, por el madero ha venido la alegría al mundo entero”. Jesús vino a dar pleno cumplimiento a la historia del pueblo de Israel y a nuestra historia. Jesús es aquel que desciende del cielo, el que conoce al Padre y que vive en íntima unión con Él: “El Padre y yo somos unos” (Jn 10,30). Jesús es el enviado del Padre para revelar el misterio de la salvación, el misterio del amor que se realiza con su muerte en la Cruz. De instrumento de muerte la Cruz se torna en instrumento de vida, porque de ella pende. Cantamos al que en la Cruz devuelve la esperanza de toda salvación, honor y gloria. Jesús crucificado es la suprema manifestación de la gloria de Dios. Por eso la cruz es signo de victoria, de salvación de amor. Todo lo que podemos entender con la palabra cruz: al sufrimiento, la injusticia, la persecución, la muerte, no se comprende si miramos con ojos humanos; pero con los ojos de la fe y el amor se entiende como medio de conformidad con Aquel que nos amó primero. Así el sufrimiento no es vivido como un fin en sí mismo, sino como participación en el misterio de Dios, camino que conduce a la salvación. Sólo cuando creemos en el crucificado nos podemos disponer a acoger el misterio de Dios que se encarna y da la vida por nosotros: “¡Salvador del mundo, sálvanos!, Tú que por tu Cruz y tu sangre nos redimiste, socórrenos, Dios nuestro”. 

Celebrar la fiesta de “La Exaltación de la Santa Cruz” es una invitación a crecer en la conciencia del amor de Dios Padre que no rehusó enviar a su Hijo, Jesucristo. Su Hijo que despojado de su esplendor divino se tornó semejante a los hombres, dio su vida en la Cruz por cada uno de los seres humanos: creyentes o no creyentes. La Cruz es el espejo en el cual, reflejada nuestra imagen, podemos encontrar el verdadero significado de la vida, la puerta de la esperanza, hogar de renovada comunión con Dios y con la Humanidad que sufre. 

Que contemplando hoy la Cruz del Redentor tengamos presente los muchos hermanos que en nuestro mundo sufren por causa del hambre, de la enfermedad, de la violencia, de la injusticia, de la droga, de la falta de acogida. Haz, Señor, que estos nuestros hermanos que sufren con las cruces de la vida puedan alcanzar por medio del sufrimiento la salvación que tú nos ofreces ¡Oh victoria de la Cruz y admirable signo de salvación! Haz que alcancemos tu triunfo en el cielo. Amén.  

Fr. Francisco Aurilio, ocd.

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