
Otro reto de la santidad en el Carmelo es la búsqueda constante de la voluntad de Dios. El silencio, la soledad y la oración, propia de nuestro estilo de vida, son los medios para estar atentos a la voluntad de Dios. Él comunica su plan de amor y de salvación a todos, pero, para que se pueda acoger mejor, es necesario ponerse en actitud de escucha silenciosa y amorosa. La Virgen María es la gran maestra del Carmelo en este arte de la escucha obediente a Dios en la fe.
Cuando Santa Teresa habla del matrimonio espiritual, en las séptimas moradas nos enseña que la unión con Dios, produce en la persona la unión de voluntad. Nuestra voluntad se ha hecho una con la voluntad de Dios, de manera tal que asumimos como nuestro el querer divino. La persona unida a Dios está dispuesta a conformar su vida con los designios de Dios.
Lo que anhela solamente es servir y amar a Aquél que le ha creado, redimido y salvado. Es lo que, resumidamente, Teresa nos dejó reflejado en los versos:
“Veis aquí mi corazón, yo le pongo en vuestra palma;
mi cuerpo, mi vida y alma, mis entrañas y afición.
Dulce Esposo y redención, pues por vuestra me ofrecí:
¿qué mandáis hacer de mí?”.
No es distinto el pensamiento de San Juan de la Cruz, en la unión de amor, es decir, cuando hay semejanza de amor, “las dos voluntades, conviene a saber, la del alma y la de Dios, están en uno conformes, no habiendo en la una cosa que repugne a la otra” (2S 5,3). Para llegar a esta unión de voluntad el Santo nos habla de la necesidad de pasar por la purificación de la noche oscura. Esta experiencia liberadora permite a la persona salir de la esclavitud de su voluntad, egoísta y mezquina, para adherir una propuesta de plenitud y transcendencia.
La total entrega de sí y adhesión al querer divino también la encontramos en Santa Teresita. Valiéndose de una sencilla comparación, expresa la misma disposición interior. Ella se ha ofrecido al Niño Jesús como un juguete, “una pelotita sin ningún valor a la que él podía tirar al suelo, empujar con el pie, agujerear, dejar en un rincón, o bien estrechar contra su corazón, si eso Le complacía”. (MA 177). Estas dulces palabras, aparentemente inocentes, encierran dentro de sí una dimensión de fe y confianza en Dios que Teresita testimonió en su noche oscura.
¡Místicos del Carmelo enséñanos a acoger la voluntad de Dios!
Fray Emmanuel María