
No siempre una traducción te puede desvelar lo que encierra el corazón de quien se expresó en su lengua, y sin duda moldeándola como un alfarero, para revelar lo más entrañable de su experiencia. Sentí así que el salmista tendría que querer expresar algo grande cuando en nuestra lengua se traduce pidiéndole al Señor que prolongue su misericordia (Cfr. Sal 35,11), que la extienda, y ello con los que le reconocen. Me encontré sumergido en esa misericordia, que no sólo conocía desde fuera, como venida de regalo, sino que venía a conocerla de verdad, a hacerla realmente conocida, cuando la experimentaba en toda su amplitud traspasando mi vida. Vivir en la entrañable misericordia de Dios era experimentar de veras su salvación. Cobraban sentido todas las profundas expresiones del salmo, acerca de la fidelidad de Dios, de su justicia, de sus sentencias. Y, también, se comprendía el profundo engaño de quien no se convierte al Señor, renunciando a ser sensato y a obrar bien.
La vida alimentada con lo sabroso del manjar de Dios, la sed apagada con el torrente de sus delicias, nos hace capaces de descubrir la fuente viva y la luz que nos ilumina, Todo ello volvía a ser la mejor forma de experimentar la misericordia que se extiende y se prolonga, que abarca y envuelve, que es el ámbito de la verdadera vida humana. Vivir todo esto en la víspera de la celebración de Jesucristo Rey del Universo, invita a darle gracias por habernos pasado a este Reino de amor y misericordia, de vida y verdad.
F. Brändle