
Yo soy, dice Dios, Maestro de las Tres Virtudes.
La Fe es una esposa fiel.
La Caridad es una madre ardiente.
Pero la esperanza es una niña muy pequeña.
Yo soy, dice Dios, el Maestro de las Virtudes.
La Fe es la que se mantiene firme por los siglos de los siglos.
La Caridad es la que se da por los siglos de los siglos.
Pero mi pequeña esperanza es la que se levanta todas las mañanas.
Un nuevo Adviento, una nueva mañana en la Iglesia, una nueva ocasión de levantar nuestra esperanza, mejor que ella se levante en nosotros, cada mañana, cada Adviento. Ya despiertos, meditamos en esa nueva presencia de Dios a la que nos abre la esperanza que se siente arropada por la fe y la caridad. Cada Adviento se nos convierte en la nueva mañana que nos hace despertar abiertos a una esperanza viva, la que nos trae una experiencia de Dios hecha cercanía y ternura para cada uno, para todos. Con estos versos de Peguy abrimos nuestro Adviento y nos dejamos modelar por esa niña pequeña que es la esperanza.
F. Brändle