
En la mañana del sábado, la iglesia nos invita a rezar el salmo 118,145-152. En este fragmento del salmo encontré los dos versículos que me ayudaron en mi oración. Comencé repitiendo: “Te invoco de todo corazón”. Me preguntaba si sería capaz de hacerlo. Porque todo el corazón no sabría ponerlo si El no me ayudaba. Y vinieron a mí del mismo salmo estas palabras de otro versículo: ”Tú Señor estas cerca”. Uní los dos versículos. Me parecía que no siempre había sentido al orar al Señor tan cerca. Lo colocaba lejos, arriba, en un lugar no tan cercano, y mi invocación se me hacía también una llamada a alguien lejano. Cuando fue entrando en su presencia cercana, puede ver como el corazón se abría del todo, pude comprobar que sí, así era posible invocar con todo el corazón. Y acabé pidiéndole que se hiciera cercano a todo hombre que vive en este mundo. Que todos pudieran sentirle cerca. Que sólo así, no hablando de un Dios lejano, que acaba siendo un Dios que no es, se convertiría en Jesús, el Dios con nosotros, el que no buscamos ya arriba, lejos, sino inundando la historia y la creación con su presencia amorosa que nos alcanza por Jesús resucitado. Di gracias, una y mil veces, por haberme ayudado a invocar con todo el corazón, porque Él estaba cerca, estaba ahí, siendo el centro de mi vida.
F.Brändle