Dios me saca de las garras del abismo

“Dios me saca de las garras del abismo y me lleva consigo” (Sal 48) Quedé gratamente sorprendido al leer estos versos del Salmo; me propuse que fueran el alimento de mi oración. Seguro que repetirlos me haría bien. Así fue. El abismo es mi propia vida cuando por las circunstancias se va dejando envolver en el pesimismo y el desaliento, porque lo que pude buscar en mi vida era más la realización de mis proyectos que lo que Dios había proyectado para mí. No se trataba de un despojamiento frente al poderoso y más fuerte, sino frente al que más me amaba. Más que yo a mí mismo me ama Dios. Por eso si libra mi vida de ese abismo que a modo de garras me sujeta, y me hace cerrarme en mi propio egoísmo, es para llevarme al campo de libertad donde encontrarme con Él, y como consecuencia con los demás de modo muy distinto. Por eso el aparente fracaso de muchas obras buenas emprendidas, no es porque Dios no las quería, sino que para llevarlas a cabo habría que pasar incluso por el oscuro túnel, el abismo, de desprenderme de lo que en ellas hubiera de egoísmo, y perdonar, que no es fácil, tantos obstáculos que para el bien se ponen por parte de los que nos rodean. Sólo así las obras acaban siendo obras asociadas a la cruz de Cristo, la obra mayor que se ha podido hacer porque en ella todo fue amor y abandono en las manos de Dios, que saca mi vida de las garras del abismo, hasta vivir la plena resurrección, porque me lleva con Él.

F. Brändle

TERESA: ¡ME ENCANTAS!

Hace un tiempo me pidieron que escribiera sobre Teresa de Jesús; no resulta fácil cuando uno se propone comunicar algo testimonial. Es como hablar de tu madre. ¿Cómo hacerlo, sin sentir que no has dicho todo lo que quieres decir? Hay cosas mucho más para sentir, que para hablar, y a veces no se puede decir lo que se siente. Como dice la misma Teresa: “La gloria que en mí sentíno se puede escribir ni aun decir, […] lo que allí podía hacer era entender que no podía entendernada…” (V 39,22). Sin embargo, hoy he decidido plasmar en el papel algunas ideas, como si hiciera un dibujo sin pretensiones de precisión en los trazos, solo por el gusto y placer de hablar de alguien muy estimada por mí.

Teresa me encanta por su búsqueda de la verdad. La verdad con mayúscula, pues busca al propio Dios, pero también busca su verdad, la verdad del ser humano, y descubre que lo uno ilumina a lo otro. En la relación con Dios, el ser humano se comprende a sí mismo y comprende el proyecto de Dios para él. Para Teresa, la oración es un espacio privilegiado de conocimiento de Dios y de uno mismo. El autoconocimiento teresiano no es algo que se alcanza por medio de las ciencias modernas, sino en el reconocimiento de lo que somos a los ojos de Dios.

Teresa me ha enseñado que la contemplación consiste en descubrirse contemplado con una mirada única y amorosa, que proviene del propio Dios. Por eso, su insistencia en aconsejar: “Mirad que no está aguardando otra cosa sino que le miremos” (C 26,3). ¡Le mira a él y se descubre mirada por él! El mirar de Dios es amoroso y hace que despierte en nosotros el amor. Amor que no es sentimentalismo y que, sin embargo, provoca en la criatura la determinación de dar la vida por él. “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos” (Jn 15,13).

Teresa me encanta, también, por su realismo, opuesto a una vivencia de la fe desconectada de lo humano. Ella ha comprendido bien lo que significa en la fe cristiana la encarnación: “La Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros” (Jn 1,14). Dios ha asumido nuestra humanidad y ha puesto su morada entre nosotros. Desde entonces, lo humano pasa a ser el lugar privilegiado de la manifestación de Dios. Teresa será la gran defensora de la humanidad de Jesucristo e insistirá en que la meditación en ella es un camino seguro.

De ese modo, Teresa se opone a un visón angelical del ser humano, que pasa por encima de sus debilidades, como si esto fuera posible. En este sentido, Teresa es maestra en deshacer ilusiones, que bajo un velo espiritual enmascaran una realidad extraña, ajena y contraria al Evangelio. Sabe que el edificio de la oración necesita estar bien fundado, por eso, sugiere no buscar el gusto sensible, sino determinar la voluntad para servir a Dios.

Teresa me encanta, además, porque es una enamorada de la vida, hace todo con pasión, se entrega entera en el servicio de Dios, pone en él sus mejores fuerzas. Para Teresa no hay imposibles. ¡Mujer determinada! ¡Valiente! ¡Fuerte! Sabe que “Dios es amigo de almas animosas” (V 13,2). Teresa lo es y desea que todos lo sean también. Así, irradia la alegría de servir. Nadie se queda igual que estaba después de leer sus obras o conocer su vida. Su poder de convocatoria ha continuado a través de los siglos y nos llega hasta hoy con el mismo ardor y entusiasmo. 

Sí, Teresa me encanta y me hace pensar en un Dios cercano, que me busca con amor entrañable. Teresa me encanta, porque me habla de Dios, me orienta hacia él. Es la admirable capacidad de la mística: conducirnos hacia el misterio con suavidad y ternura.

Todo esto me encanta en Teresa de Jesús. Al término de este breve escrito testimonial sobre la Madre Teresa, me queda una honda alegría por poder compartir mis impresiones y sentimientos sobre esta gran mujer, mística, doctora de la Iglesia y maestra de vida espiritual.

FRAY EMMANUEL MARÍA. OCD

Me conservas la salud

“Me conservas la salud, me mantienes en tu presencia·  (Sal 40) Cuando repetía estas frases en la oración, caí en la cuenta de cómo el Señor me mantenía en su presencia de un modo muy sencillo. No estaba fuera mirándome, eso sería algo muy ajeno a su amor que se entrega. Por eso me vi envuelto en su amor, de modo muy general, es decir abarcando todo mi ser. Una noticia, un modo de hacérmelo sentir que me abría a ese amor que Él me daba, pero todo vivido en una fe que nada tenía que ver con las cosas que me imagino o que pienso. Era algo más hondo y profundo que me daba seguridad y certeza de saber que estaba “en su presencia”.  Así podía conservarme salvado, es decir así se conserva la salud que viene de Dios. Cierto que la que gozamos en nuestro cuerpo puede reflejar aquella, pero no siempre es así. Podemos estar sanos, salvados, en situaciones de enfermedad, y a veces en esta situación, en medio de una enfermedad sentir más que nos mantiene en su presencia, conservándonos esa salud, que es salvación. Mantener atenta nuestra mente a esta gracia es algo que podemos y debemos hacer en nuestra oración silenciosa, pero no sólo es ese el momento, en toda ocasión podemos repetir con verdad este versículo del salmo: “Me conservas la salud, me mantienes en tu presencia”

F. Brändle

por ti madrugo

Alba c.1845 J. M.W. Turner, Galería Nacional. Londres

¡Oh, Dios! Tú éres mi Dios por ti madrugo (Sal 62). Este salmo, que recitamos frecuentemente en Laudes, me ha servido para vivir unos momentos de oración llenos de sentido.En el comienzo de la oración habíamos repetido el canon  «Señor despiertame, ensancha mi corazón». Empecé a entender que Dios no sólo necesitaba de un acto de mi voluntad para madrugar por Él, bien está,pero no era todo. Necesitaba comprender que la ilusión por la que madrugaba era por dejar Él fuera llenando ese día mi vida de su amor, que todo lo que pudiera hacer estuviera lleno de ese amor que el pondría en mi corazón ensanchado por Él y no sólo por mis buenos propósitos. Entendí que eso sí que era realmente el verdadero sentido del madrugar por Él.

F. Brándle

Hoy el desierto ha florecido

A lo largo de estos días de la Navidad nuestro desierto se ha hecho eco de los misterios que celebramos, de hecho tenemos un villancico propio: “Hoy el desierto ha florecido, el Niño Dios os ha nacido” es el estribillo. Tuvimos una sencilla vigilia para recibir el nuevo año y despedir el que acababa, con reflexiones de Javier Melloni y Emilia Castellano, preparamos estas dos moniciones para vivirla:

Del año que acababa dijimos: “Hemos padecido en todo el mundo una “pandemia”. El virus corona19, nos ha abierto la conciencia a una experiencia: algo tiene que cambiar. No hemos de ver el virus como un enemigo, sino como portador de un mensaje que hemos de saber interpretar: “Parar, reflexionar… estáis a punto de tomar una curva en un tren que va a gran velocidad, si no frenáis saltaréis por los aires” No necesitamos producir del modo frenético en que lo hemos hecho, porque tampoco hemos de consumir a la velocidad que lo venimos haciendo. Algo que nos parece difícil, pero que es posible. Tenemos que sensibilizarnos para llevar una vida en la que sea posible la contemplación y el respeto a la naturaleza. Una conciencia abierta al interior y capaz de salir de intereses egoístas para respetar al otro y a la naturaleza. Por primera vez compartimos una conciencia planetaria. La indefensión en la que vivimos produce ternura y solidaridad. Podremos vivir con mayor solidaridad, disfrutando con menos cantidad y más calidad. Para ello debe crecer en el mundo la espiritualidad, frente al materialismo que invadía todo. Necesitamos silencio como práctica espiritual. Le pedimos en esta noche que este sea el fruto de lo vivido en este año.

Para celebrar el año que llegaba, mientras orábamos, recordamos: “Estamos llenos de rituales, hoy nos toca desearnos feliz año, pero en ello muchas veces caemos en lo supersticioso y en lo mágico, confundiendo azar con esperanza. Deseamos cosas buenas, pero que no podemos garantizar que ocurran… Y esta noche quien más quien menos, busca olvidar y pasarlo bien, para salir del tedio de lo cotidiano…

No obstante, esta noche a nosotros, que queremos algo más, algo distinto, algo mejor, nos abrimos a una experiencia inefable, inenarrable, indecible a todas luces única, la que nos ayuda a descubrir el salmo 15: El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en su mano, me ha tocado un lote hermoso me encanta mi heredad….

Los que celebramos en fe estas fiestas, sabemos que nuestra herencia es un ¡lote hermoso! Ni más ni menos que Dios mismo.

F. Brändle