
¡Oh, Dios! Tú éres mi Dios por ti madrugo (Sal 62). Este salmo, que recitamos frecuentemente en Laudes, me ha servido para vivir unos momentos de oración llenos de sentido.En el comienzo de la oración habíamos repetido el canon «Señor despiertame, ensancha mi corazón». Empecé a entender que Dios no sólo necesitaba de un acto de mi voluntad para madrugar por Él, bien está,pero no era todo. Necesitaba comprender que la ilusión por la que madrugaba era por dejar Él fuera llenando ese día mi vida de su amor, que todo lo que pudiera hacer estuviera lleno de ese amor que el pondría en mi corazón ensanchado por Él y no sólo por mis buenos propósitos. Entendí que eso sí que era realmente el verdadero sentido del madrugar por Él.
F. Brándle