
“Cabalga victorioso por la verdad y la justicia” (Sal 44). Para la comprensión de este versículo del salmo 44 se me abrieron las puertas con el título con que se reza en la liturgia: “las nupcias del Rey”. ¿Qué Rey?, ¿qué nupcias? Si es la iglesia quien ha colocado este título sin duda que se trataba de Jesús, el Mesías. Cristo ungido por el Espíritu. Sus nupcias lo eran con la humanidad, y se trataba de cantar los frutos de esta unión. Al cabalgar victorioso del Rey, se habría de unir la esposa, y lo mismo en el modo de hacerlo, por la verdad y la justicia. Entendía, sin razonarlo, que se nos llamaba a los hombres a cabalgar victoriosos, es decir a lograr liberarnos de lo que nos ata, de nuestro modo de ser hombres, que nunca alcanza ese modo liberado de serlo en Cristo. Cristo es la medida de esa nueva humanidad libre y victoriosa. Su victoria, que incluye la de la cruz, que celebraremos en Pascua, es un cabalgar en total libertad por la verdad y la justicia. Es ser auténticos y verdaderos seres humanos que alcanzan lo que realmente tienen que ser a través de una salvación, justicia, que viene de Dios. Así se hace verdaderamente Dios presente en el mundo, porque le dejamos ser Dios con nosotros, Dios en nosotros, Dios que se encarna en la nueva humanidad. Seremos al fin, hombres teologales, que son capaces de salir de sus meras rezones y costumbres para alcanzar a Dios y lo hacen en la confianza y esperanza que Jesús, al que aclamamos como Rey victorioso, nos ofrece y enseña a vivir.
F. Brändle