Abridme las puertas del triunfo

Resurrección de Cristo, Noel Coypel – 1700 Museo de Bellas Artes Rouen

¡Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor! (Sal 117,19). Son las palabras de este salmo, -plenamente ligado a la resurrección, porque canta el día en que actúo el Señor de modo maravilloso-, que me ayudaron a vivir la oración. Normalmente había entendido que quien entraba victorioso era Cristo y con el texto podríamos venir a evocar también su ascensión a los cielos, pero al repetir esas palabras en mi oración vine a caer en la cuenta que Jesús había dicho que él era la puerta por la que habría que entrar, lógicamente porque estaba abierta. Mi súplica fue abriéndose a esa nueva intuición, le pedía a Cristo que fuera para mí puerta abierta. Su ascensión le hacía claramente puerta de un nuevo modo de ver las cosas, ese modo celestial, divino, desde Dios. Lo que le pedía era entrar por él en el cielo que él había traído a la tierra. No se trataba de evadirme de la vida, sino de vivirla con esa nueva dimensión divina. La traducción era sencilla, la forma de vivir después de haber entrado por esta puerta es la de la gratuidad. Entraré para dar gracias al Señor. No es fácil caer en la cuenta de esta forma de vivir. Lo más natural es poner fines e intereses a nuestras obras, aún las más entregadas pueden teñirse de esa autosatisfacción. Lo que pedía en el salmo era desprenderme de ese modo de ver la vida, para vivirla en total entrega y gratuidad. Celebrar la ascensión es dejar una manera de vivir centrada en mí, para dejarme llevar por Cristo a ese modo nuevo, en gratuidad y amor, que trajo su ascensión a los cielos.

F. Brändle