Cambiaste mi luto en danzas


Salvator Mundi, atribuido a Leonardo da Vinci

“Cambiaste mi luto en danzas, me desataste el sayal y me has vestido de fiesta; te cantará mi alma sin callarse. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre” (Sal 29,12-13). Recogía estas últimas palabras del salmo para adentrarme en la oración silenciosa como canon que me ayudara a vivir ese momento. Temía que un texto tan amplio dejara de ser un canon y se convirtiera en una larga reflexión, pero pronto descubrí que lo que este texto me evocaba no era una serie de situaciones en las que de un estado marcado por la tristeza y el desánimo había pasado a vivir momentos de entusiasmo. Al evocar el texto en mi oración, sin más consideración, pasé a vivir el gozo de sentir que nuestra vida no es lo que se percibe en los distintos estado de ánimo, tan variables según las circunstancias, sino la conciencia de que estamos llamados a vivir en una continua acción de gracias, en un canto sin fin, porque realmente somos lo que no sabemos: personas agraciadas por ese Dios que cambia nuestra manera de ver las cosas, que hace de nuestra vida una fiesta, porque nos ha vestido de ese traje que nos descubre lo que realmente somos.

F. Brändle

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