
“Dichosos los que encuentran en Ti su fuerza” (Sal 83,6). El salmo está lleno de pensamientos esperanzadores, que alientan al creyente a vivir confiado en la presencia del Señor. Sin embargo, lo que me llamó la atención para hacerlo oración callada, fueron las palabras de este versículo. Reconocer en Dios la fuerza habría de ser por lógica el reconocimiento de mi debilidad. Pero justamente esto es lo que desde mi oración pude constatar que no hago. La confianza en el Señor descubrí que no la vivía plenamente desde la oscuridad de la fe, sino desde la lógica de que pese a sentirme débil, luchaba por poder salir de mi dificultad. Poco a poco entendí que esa era la razón de no vivir la bienaventuranza proclamada por el salmista de modo pleno. Comencé a caer en la cuenta de que tantos miedos, imaginaciones, falta de ánimo, provenían de que no había llegado a poner plenamente mi confianza en el Señor, desde una fe oscura y viva. Dejé de pensar tanto en lo que me costaría hacer esto o aquello por Dios, y si tendría valor para hacerlo, y sentí vivamente que la dicha me vendría si saliendo de mi ponía la confianza en el Señor con el que todo lo podría. Sintiendo muy fuertemente que esto no era cuestión de sentirlo o no sentirlo, sino dar paso a una vida de fe, en la oscuridad de la noche. Me fui identificando con la dicha que proclama el salmista, sin duda, más adelante proclamada por Jesús en sus bienaventuranzas.
F. Brändle