
“Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso” (Sal 50,14). Como cada viernes esta mañana recitábamos el salmo 50, las palabras de este versículo, resonaron a lo largo de mi oración silenciosa. La alegría de la salvación vino a evocar en mí, algo que iba más allá de unos momentos de gozo, ante una situación de decaimiento, que no era mi caso. Entendí que esa alegría no podría identificarla con la que se siente al ver resueltas de modo favorable las miles de necesidades pasajeras que nos rodean. Necesitaba empaparme de esa salvación que nos devuelve como nota de su presencia la alegría. Necesitaba sentirme salvado, recreado en el amor de Dios, para vivir una vida en la que el amor de Dios se afianzara en mí. Que la generosidad en la que pudiera vivir naciera de esa presencia salvadora de Dios hecha verdadera alegría, porque con ella encontraba todo el sentido de mi vida. Con este versículo del salmo me abrí a un perdón y una misericordia de Dios que no me cerraban en mí sintiéndome perdonado, y con ello alegre, sino que me hacían capaz de recobrar el sentido de mi vida en la salvación por la que mi vida era entregada y hecha espíritu generoso para los demás, lo cual era devolverme la alegría, recrearme para gozar de la verdadera alegría.
F. Brändle