
“Tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo” (Sal 44,8). Me llamaron la atención estas palabras del salmo, quise llevarlas a la oración, para que se me abriese su contenido más hondo. Cuando escribo estas letras lo estoy recordando en la víspera de la celebración del Bautismo del Señor, ungido por el Espíritu y he podido leer estas palabras de San Pedro Crisólogo: “Hoy el Espíritu Santo se cierne sobre las aguas en forma de paloma, para que, así como la paloma de Noé anunció el fin del diluvio, de la misma forma ésta fuera signo de que ha terminado el perpetuo naufragio del mundo. Pero a diferencia de aquélla, que sólo llevaba un ramo de olivo caduco, ésta derramará la enjundia completa del nuevo crisma en la cabeza del Autor de la nueva progenie, para que se cumpliese lo que dice el profeta: “por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros”. Buscaba orando llegar a penetrar en esa alegría que habría de darme el aceite en el que Dios me ungiría, sólo me llenaba el saber que quién con su aceite me sanaba era el mismo Dios, y con ello me daba su salvación. Hoy con toda la iglesia lo celebro sabiendo que la humanidad entera ha sido ungida en Jesús con este aceite de júbilo, con este aceite de salvación.
F. Brändle