El Señor es Justo


“El Señor es justo y ama la justicia” (Sal 10,7). Este verso del salmo, de los últimos es el que vino a mi memoria en el momento de iniciar la oración. Era de los últimos versos, cuando he podido volver a ver su contexto, he descubierto que era claramente un contexto veterotestamentario, y a mí el verso repetido en mi oración me abría las puertas a una visión totalmente evangélica de salvación. Así, se me fue descubriendo, porque al preguntarme cómo interpretar que Dios era justo, intuí que habría que repetir lo que dice San Juan en su carta acerca del amor. Dios es amor y hemos conocido el amor no en que nosotros le hayamos amado primero, sino en que Él nos amó. Dios es justo, lo sé porque él me ha mostrado como ser justo, con su actuación a través de su Hijo entregado por mí. Su entrega ha revelado el mayor acto de justicia, el que puede salvar a todos los hombres, porque el ama la justicia. Dios me salva y por lo mismo me declara justo no porque me libra de mis faltas y pecados, sino porque me abre las puertas de un modo nuevo de acercarme a él, que es según Pablo, la fe, pero que encierra toda una vida teologal que encierra la esperanza y la caridad. Vivir teologalmente es la consecuencia de haber descubierto al Dios justo, y conocido que ama la justicia, la salvación para los hombres. Cierto que después leyendo el salmo he podido constatar la evolución del antiguo al nuevo testamento, del Dios que se alcanza sin alcanzar por una justicia humana, y por lo mismo limitada, al Dios que es justo porque me salva. La consecuencia es clara, seré justo y mi conducta de cara a los demás será abrir este camino de la justicia a todos. Si Dios es justo nosotros hemos de serlo. Eso no se puede mostrar sino en mi conducta, que ya no busca la justificación por las obras sino por la entrega amorosa y llena de justicia a los demás.

F. Brändle

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