Danos vida

“Danos vida, para que invoquemos tu nombre” (Sal 79,19). Me impresionó la petición y quise llevarla a la oración. Traté de hacerlo como frase que repetida me fuera adentrando en el querer de Dios, que puso esta petición en el salmista. ¿Qué vida quería Dios que le pidiésemos? Sencillamente la vida humana, y este era el gran misterio, porque reducir mi petición a lo que sensiblemente conozco que es mi vida, por la salud o la enfermedad, por las apetencias o inapetencias, por una inteligencia más honda o menos, no me parecía era lo que encerraba. Se me abrió la luz al descubrir la segunda parte del verso: “para que invoquemos tu nombre”. Poder nombrarte en tu verdad requiere vivir una vida humana abierta a ti, y esa es la vida que entendí pedía con la frase del salmista. Sí, vida humana verdadera. La que desde la conciencia de Jesús se sabe unida a Dios, esa vida que los místicos saborearon y a la que nos llaman constantemente a gustar. El tiempo pascual se nos ofrece como la gran ocasión para pedir esta vida y acogerla. Es el gran regalo que especialmente en la Pascua podemos descubrir que Dios nos da, y que hemos de pedírselo.

F. Brändle

Mi alma está unida a ti

“Mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene” (Sal 62,9). El verso lo he llevado a la oración en muchas ocasiones. Pero en esta semana de Pascua, repetido en “Laudes” cada mañana, se me hizo más hondo su contenido. Tengo claro que cada vez que digo “mi alma”, estoy diciendo mi vida, con todo lo que encierra de misterio. Descubrir mi vida unida a la de Dios, era un bello fruto de la Pascua. Pero al dejar que el verso repetido me calara más y más me llevó a olvidar el mío con el que me aferraba a ser “mi vida”, y descubrir un vivir desde Dios, en auténtica y verdadera fe. Sólo así podía decir mi alma está unida a ti. La consecuencia la daba también a entender el verso completo: “tu diestra me sostiene”. La bondad con la que el Padre me cuida, era la diestra que me sostiene. Su amor se me daba como verdadero sustento, el amor de Dios manifestado en Jesús y celebrado en la Pascua sostenía la vida unida a Dios.

F. Brändle

A mí, Dios me salva

“A mí, Dios me salva, me arranca de las garras del abismo” (Sal 48,16). Me llamó la atención este verso, después de recitar el salmo, como colofón de una serie de consideraciones en torno a la riqueza. La fuerza con la que se confiesa que es Dios el que salva, se hace totalmente viva en la experiencia de Jesús al acercarse el momento de su muerte. Acercarse a la muere con esta convicción supone confesar al mismo tiempo que nos arranca de las garras del abismo. Al repetir este verso del salmo durante la oración, fue abriéndose paso la convicción de que ese abismo al que se alude se nos abre también cuando decidimos vivir una vida entregada en la que lleguemos a experimentar el abandono de nuestro “yo”, al que nos aferramos. Me pareció ver claro que la salvación y el verse libre de las garras del abismo iban juntos. Salvarnos era desprendernos de nosotros mismos, no por un acto heroico en el que logramos hacerlo, sino en una confianza tal que nos permitía liberarnos del abismo que se nos abre cuando decidimos entregarnos de ese modo radical. La Cruz cobraba todo su sentido como entrega y amor. Confianza plena y comunión total. Es el camino de la resurrección y la vida. 

F. Brändle

PADRE MIGUEL GUTIÉRREZ – DESCANSE EN PAZ EL INFATIGABLE MISIONERO

2 enero 1939 – 8 abril 2022

La noticia de la partida inesperada de nuestro querido padre Miguel nos deja a todos un vacío y una pena llenos de profundo agradecimiento y emoción. Desde el momento en que se ha ido sabiendo la noticia me llegan de muchas partes mensajes de condolencia y de reconocimiento, expresiones tan sinceras de cariño y vivo aprecio por la persona del padre Miguel, hermano, padre, amigo… Ayer me comentabas el vacío que deja su partida, que desde ahora a Batuecas le falta una lámpara encendida, constante, firme irradiando siempre en estos años  fuerza misionera a la contemplación y ardor apostólico al silencio del desierto.

En nombre de toda la Orden, de todos los carmelitas de África y de España, doy gracias a Dios de todo corazón por la vida y la entrega del padre Miguel. ¡Qué orgullo y qué honor haber tenido el don precioso de un Misionero íntegro de alma y cuerpo, que durante 50 años se gastó y desgastó sin respiro y sin reservarse nada para sí al servicio de todos! Cien por cien Misionero y cien por cien contemplativo, como le gustaba tanto decir, y, sobre todo, tal cual él vivía.

El padre Miguel es testimonio de lo mejor de un Carmelita, entregado hasta la médula a la misión que Dios le encomendó, sin otro interés propio que darse a los demás. Un vacío grande nos deja, pero, sin ninguna duda su ausencia se convierte para todos nosotros, en Batuecas, en la misión, en el Congo, en África, en España, a partir de ahora en una presencia, mucho más viva, mucho más eficaz, mucho más ‘molesta’ para sacarnos de nuestra comodidad tranquila y empujarnos a todos a dejarnos contagiar de su ardor, de su insistencia Misionera y evangélica irrefrenable.

Tres encuentros cruciales recuerdo de él:

1989, nos encontramos en el convento de Toulouse, había salido de la misión para hacer un año y obtener la licencia en filosofía. Daba muchas asignaturas de teología y quería poder dar también filosofía. Admirable afán de aprender, excelente profesor, casi sin papeles. Me sobrecogió su lucha por mejorarse, por crecer también intelectualmente.

2016, fui con sus antiguos compañeros misioneros a recibirlo al aeropuerto de Madrid. Venía definitivamente, después de 50 años en la misión, con una pequeña mochila roja que yo le había regalado. Después de 50 años solo traía algunas cosas que cabían en una pequeña mochila. Se traía a sí mismo, como los auténticos misioneros, nada en los bolsillos, y el corazón rebosante de vida, de nombres, dispuesto para otra misión. Venía encorvado por la caída en aquella trampa, que dejó doblado su cuerpo, pero nunca doblegada su alma entusiasta.

2019, en mi visita a Batuecas, la presencia de Miguel, en su silla a la derecha de la capilla, orando, recordando a los laicos que estaban presentes, todos los acontecimientos, los cumpleaños, las fechas importantes… memoria viva de un contemplativo misionero.

Incomódanos y espabílanos querido Miguel, querido Guti, querido hermano. ¡Qué suerte la de haberte conocido y haberte tenido entre nosotros. ¡Qué suerte que ahora te tenemos más cerca! Bendice a Batuecas, ahora que puedes hacerlo con mucha más eficacia. Seguro que no vas a dejar de molestar en el cielo a todos, hasta salirte con la tuya, seguro que los vas a cansar recordándoles las cosas de la Misión, de la formación, de las jóvenes vocaciones, seguro que ahora podrás pedir vocaciones para Batuecas, y hablar al corazón de cada uno de nosotros para empujarnos y contagiarnos. No dejes de hacerlo, te necesitamos todavía mucho más ahora. Te encomiendo toda la Orden, la pongo bajo tu cuidado. Confío en tu valiosa intercesión y tu terca oración.

Gracias Francisco, gracias a vosotros hermanos que habéis sido sus compañeros de la última hora, gracias a toda la familia de Miguel, a todos los amigos de Batuecas, a todos los misioneros de antes y de ahora, gracias a todos los que vivís este momento de despedida como un momento de gracia y de envío a la Misión más importante, la que se juega en este momento. A todos vosotros, un abrazo lleno de afecto y de agradecimiento misionero y contemplativo. Acoge, Señor, a tu hijo Miguel, siervo bueno y fiel de tu viña, gracias por el regalo tan precioso de su vida para todos nosotros. Hasta pronto, Miguel. Mientras tanto, nos conforta saberte aquí, lámpara viva que nunca se apaga. Gracias a Dios por tu vida, de todo corazón.

P. Miguel Márquez Calle, General OCD

El P. Jesús Gutiérrez Portero (Fr. Miguel de los Sagrados Corazones) nació en Bernuy de Zapardiel (Ávila) el 2 de enero de 1939. Profesó en Segovia el 6 de agosto de 1957 y recibió el presbiterado el día de N. P. San José de 1965. Desde 1966 misionero en el Congo (entonces Zaire). Massisi, Nyakariba, Kananga, Bukavu y Goma son nombres que asociamos a su peripecia misionera y a su apasionado modo de ser misionero y contemplativo.

En 1997 se le encomendó la fundación de Costa de Marfil. Volvió a Goma y Bukavu como profesor regresó a Salamanca en 2016. Se incorporó a la comunidad de Batuecas en 2017, donde ha completado su misión apostólica y contemplativa.

Entrevista al Padre Miguel

https://www.rtve.es/play/videos/ultimas-preguntas/ultimas-preguntas-19-09-10/880708/

en lo escondido de su morada

“Me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca” (Sal 26,5). Todo el salmo parecía resonar en mi oración. ¿Quién era Dios para mí? No me importaba tanto lo que yo pudiera entender, cuánto lo que me iba despertando para vivir en comunión con Él. Esconderme en lo escondido dónde Él mora, se me fue revelando como la clave en la que llegar a conocerlo. Mejor, saber lo que realmente era para mí. Tendría que esperar a que me escondiese en su morada, en su propio misterio. Y esa espera se fue concretando en ir descubriendo mi adhesión a Cristo, verdadera roca en la que alzarme, en la que realizarme. Estas luces que iba recibiendo eran camino para disponerme a vivir estos días santos con un fuerte deseo de dejarme adentrar por Dios en la morada de su Misterio,  para venir a identificarme más y más con Cristo en la celebración de los misterios pascuales.

F. Brändle

corazón sensato

Sagrado Corazón de Jesús, Francisco Eduardo Tresguerras, 1790, Museo de Arte de Querétaro

“Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato” (Sal 89,12). Orando con estas palabras del salmo sentí lo profundo del misterio de la vida. No podía ser una súplica sin un hondo contenido la que estaba haciendo, era a Dios a quien pedía me enseñara a calcular y lo que le pedía era: calcular nuestros años. Descubrir que su cantidad, mucha o poca, estaba ligada a llenarlos de vida, a adquirir un corazón sensato. Vivir con sentido la vida no es cuestión de tener muchos proyectos, cumplir muchas promesas, sino descubrir nuestra meta, saborearla. Era alcanzar a ver con el corazón lo que la puede llenar, la promesa de Dios. Aprender a calcular los años bajo la enseñanza divina era vivir con el sentido que tienen cuando están abiertos a llenarse con el proyecto de Dios. Cada uno tiene su meta y en ella se llega a descubrir este proyecto, que hemos de llegar a vivir en plenitud y que nos llenará, aunque aquí sea en la noche de la fe, la esperanza y el amor. A lo largo de la oración, sin más consideración se fue haciendo claro que bajo la enseñanza de Dios, la que Jesús nos trajo, nuestra vida está abierta a lo que Dios nos promete. Vivir con esta conciencia es tener un corazón sensato.

F. Brändle