Nuestra alma esta saciada

Alberto Durero, Cristo entre los doctores, Museo Thyssen Madrid

“Nuestra alma esta saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos” (Sal 122,4). Con este verso me adentré en la oración silenciosa, no con el propósito de romper el silencio trayendo situaciones de mi vida que me recordaran el sarcasmo, la burla de la que podría haber sido víctima. Al contrario, no me parecía tener nada que me molestase en este sentido, pero sin pretender nada, caí en la cuenta de que lo que verdaderamente en mi vida había sentido es la sensación de una soberbia que me volvía mi vida entregada de fe en algo ridículo. Era mi propia autosuficiencia la que se convertía en ese orgullo que me hacía experimentar mi vida como algo sin valor. Un contraste extraño, porque no era desde fuera desde donde sentía la burla y el desprecio, sino desde mi mismo sentir que -convertido en tentación-, me hacía minusvalorar la verdad de mi vida en fe. Ahora entendía mucho mejor lo necesaria que es la visión misericordiosa de Dios, para valorar lo que podemos ser. Nuestro propio juzgar se convierte en duro y sarcástico para nosotros mismos. Necesitamos ser sanados por Dios, para saber descubrir nuestro valor, no sentirnos saciados de sarcasmo y burlas, sino de esa mirada amorosa por la que nos descubrimos amados de Dios.

F. Brändle