Te ofreceré un sacrificio de alabanza

“Te ofreceré un sacrificio de alabanza” (Sal 115,8). Los versículos de este salmo me han ayudado en mi oración en otras ocasiones, para saber que estaba en las manos de Dios, ahora el salmo me ofrecía en este versículo el modo de darle mi respuesta, y así decidí que repitiéndolo me ayudara en mi oración, y con atención amorosa venir a descubrir lo que con ello podría ofrecer. Se me hacía claro que yo al recitarlo  no podía pensar en una víctima que ofrecer al tiempo que cantaba mi alabanza, como pudieran hacer los judíos en el templo de Jerusalén. Sin embargo, al irme abriendo en mi oración, fui descubriendo que ese sacrificio era mi vida de seguimiento a Cristo, que también se traducía en esas alabanzas o bendiciones que aparecen en el evangelio dirigidas por Jesús al Padre, por revelar esas cosas a los pequeños, por concederle sus ruegos ante la tumba de Lázaro, para mover la fe de los presentes. Se me pedía que mi alabanza fuera por tanto bueno que Dios revela a los hombres, y que no se ver, ni apreciar, y por lo mismo no le alabo. Por tantos momentos en que le he podido pedir algo para bien de mis hermanos y me lo ha concedido porque he creído en su conversión. Todo me fue acercando al misterio de la Cruz, para descubrir ahí también un sacrificio de alabanza al Padre, que llevaba a término su obra, con su vida entregada. Entendí que mi vida ha de acabar también en el misterio de la cruz, donde podría ofrecer el verdadero sacrificio de alabanza, al Dios en el que confiaba y sostenía mi vida. F. Brändle