El Señor te guarda a su sombra


“El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha” (Sal 120,5). Al repetir este verso como apoyo para vivir mi momento de oración silenciosa me fui abriendo poco a poco a una presencia de Dios, hecha luz. En mi resonaban las palabras de San Juan de la Cruz: “la sombra de una luz será otra luz al talle de aquella luz” (Llama B 3,13). El verso del salmo me llevaba a entender que lo que a primera vista era una simple custodia: Dios que me guardaba para que nada me hiciera daño, venía a convertirse en proyectar en mi vida aquella luz en la que todo se descubría y entendía desde su providencia amorosa. La luz de Dios lo llenaba todo, y el culmen de ello era que su cuidado para conmigo en todo lo que su providencia ordenaba lo hacía porque estaba a mi derecha. Es decir, que me colocaba en el centro, como el soberano al que Dios mismo servía. Y de nuevo las palabras de San Juan de la Cruz resonaban en mí oración, y se hacían vida: “Y como Dios sea la suma humildad, con suma bondad y con suma estimación te ama, e igualándote consigo… con este su rostro lleno de gracias y diciéndote en esta unión suya: ..yo soy tuyo y para ti y gusto de ser tal cual soy por ser tuyo y para darme a ti” (Llama 3,6).

F Brändle

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