
“Te cantará mi alma sin callarse” (Sal 29,13). Es algo muy apreciable en la historia de la iglesia alabar al Señor con cantos. Según los distintos pueblos y naciones se usa más o menos, con mejor gusto, o de modo más pobre, el canto en las celebraciones, pero al escoger este versículo tenía bien claro que era una confesión personal del salmista, y que habría de hacerla mía en ese sentido. Dudaba si quedarme con este versículo para la oración, porque mis capacidades para la música son pobres, y pensaba como podría recogerme en oración sintiendo la urgencia de cantar sin callar, cuando mis dotes musicales son pobres. Bien podía decir que lo que importa es que lo haga con amor y con ello agradaría al Señor, aún así dudaba. El hecho es que me quedé con este versículo para mi oración contemplativa. Al repetir el versículo pronto la conciencia me llevó a mi vida, como canto ininterrumpido al Señor. Sí, un “cántico espiritual”, que bien sabía era el fruto de haber sido creado para ello. Todos mis deseos de allegarme al Señor, de venir a unirme con Él por una oración contemplativa y silenciosa, se convertían en ese “cántico espiritual”, que se traducía en una vida de fe, esperanza y amor, donde se hace presente el misterio de Dios. Al repetir el versículo iba ahondando en esa armonía que es la vida humana abierta a Dios. No habrá ya momento en que para Dios no deje de sonar este canto que es mi vida. Ahora podía también hacer mío ese canto ininterrumpido: “sin callarse”.
F. Brändle
