
“Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria…” (Sal107,6). Hoy, Nochebuena, pido a Dios que mi testimonio te ayude a vivirla más y mejor. En estos días, cuando repetía este verso en la oración, se me hizo claro que Dios estaba sobre el cielo de mis pensamientos, por muy sublimes que fueran, y que en el fondo eso es lo que debía desear: que Dios no se limitara a mi pobre capacidad. Así debía pedirlo no tanto para que fuera, que así es: Dios está por encima de mis pensamientos, sino para que yo así lo viviera. Pero al mismo tiempo la súplica se me hacía propia de este día, al completar el verso, el Dios que está por encima de mis pensamientos, llena la tierra de gloria al manifestarse en un Niño, la humanidad en esperanza, que habría de llenar la tierra de gloria, con su resurrección. Contemplar al Niño es esperar su plena manifestación partiendo de esa realidad entrañable que es la humanidad en su pequeñez e inocencia, la del niño, de la que todos hemos de partir. ¡Felices días de la Navidad, contemplando en esperanza su gloria! F. Brändle