tus humildes

“Para que rija a tus humildes con rectitud” (Sal 71,2). Me sorprendí con este modo de llamar a los fieles: tus humildes. ¿Cómo identificarlos? Repetir en la oración este verso quiso ser el modo de acercarme a su contenido. Me vino claro a mi conciencia que los humildes son quienes se sienten nacidos en gratuidad. Lo que somos lo hemos recibido. Necesitamos aprender a recibirlo con verdad. Sólo lo podremos hacer si nos acercamos a quien nos puede regir con rectitud, aquel a quien Dios envía para regir a sus humildes. Abrirnos a ese don que somos, es dejar que se lleve a cabo en nosotros su proyecto. Aquí está la razón de esa humildad, que no es apocamiento, sino acogida gozosa de mi propio ser. María es el testimonio más fehaciente de ese deseo, y Jesús el modelo a seguir, si me pongo bajo su guía. Entender el versículo me ayudo a valorar mi propia vida en toda su grandeza, que nace de reconocer mi ser humilde, para ser regido con verdad y rectitud.

F.Brändle

Siéntate a mi derecha

“Siéntate a mi derecha…” (Sal 109,1). Al quedarme con este breve texto para la oración, lo desligué del sentido del salmo, y dejé que fueran palabras que el Padre me dirigía para vivir mi oración. Dos hechos se sumaron para llevarme a vivir mi oración silenciosa y de modo contemplativo a partir de este texto que repetiría a lo largo de la misma. El estar haciéndola frente al icono de la Trinidad de “Rublev” y el haber iniciado nuestro momento orante comunitariamente repitiendo: “alma buscarte has en mí, y a mí buscarme has en ti”. Sentarme a la derecha del Padre, colocado frente al icono de la Trinidad, era ocupar el puesto que me ofrecía para participar en la vida de la Trinidad, sentándome a su mesa y haciendo realidad el “buscarme en Él”, en Dios-Trinidad. Sí, estaba invitado a participar de su vida, comiendo a su mesa. Era el modo más propio de hacer realidad el buscarme en Él. El símbolo de la mesa común se hacía vivo y real. Es la vida divina nuestro verdadero alimento, ofrecido en Jesús. Ante el icono la invitación a sentarme a la derecha del Padre era una llamada clara a descubrir el evangelio en todo su sentido. El Reino de Dios llega con la invitación a que Dios reine, se haga real en nuestras vidas. El icono contemplado de modo vivo me llevaba a ello.

F. Brändle

Icono de la Santísima Trinidad (Rublev)

            En la tarde del 17 de enero de 2023, antes de comenzar el rezo de Vísperas, la comunidad de carmelitas del Desierto de Batuecas vivió con gozo una ceremonia entrañable, largo tiempo esperada, pues el inicio de este momento estaba en el día ya pasado hace años en que oramos por nuestro Hermano Frederik para que el Espíritu a través suyo plasmara el icono que íbamos a introducir en la capilla.

            Señor Dios, Santa Trinidad, a quien ninguna inteligencia puede abarcar, ni palabra alguna expresar, a quien ningún hombre ha visto en parte alguna, que has querido revelarte al hombre. Nosotros creemos lo que hemos aprendido de las Santas Escrituras y la enseñanza de las palabras divinas de los Apóstoles, y te confesamos Dios Padre sin principio, a tu Hijo consubstancial a Ti, y a tu Espíritu que reina y es consubstancial contigo.

         Al contemplar este icono de la “TRINIDAD” recordamos que así te has revelado en el Cristo por el Espíritu.

         De modo sencillo, procedimos a orar y bendecir el icono. Sentimos como nuestra oración durante el tiempo pasado se había plasmado en el icono pintado, de modo que ahora contemplándolo con los ojos, lo grabáramos en nuestra mente, y con ello glorificáramos a la Trinidad por sus beneficios. Rezamos con sencillez:

Te pedimos que derrames misericordiosamente sobre nosotros tu bendición. En tu nombre tres veces santo, dígnate bendecirlo y santificarlo, a fin de que cuantos lo miren con devoción obtengan la misericordia, la gracia y la liberación de todos los males y dolores, el perdón de los pecados, y consigan ser dignos del reino de los cielos.

TOOOS:

       Te lo pedimos por la gracia, la misericordia y el amor a los hombres del DIOS ÚNICO GLORIFICADO EN LA TRINIDAD, PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO, DE QUIEN ES LA GLORIA AHORA Y SIEMPRE Y POR TODOS LOS SIGLOS. AMÉN

            Lo rociamos con agua bendita, lo incensamos, con ello quedo introducido en nuestra capilla.

Al Señor me acojo

“Al Señor me acojo…, el Señor está en su templo santo” (Sal 10,1.4). Al comenzar mi oración, con el deseo de acogerme al Señor y vivir esos momentos, rápido me vino otro versículo: “El Señor está en su templo santo”. Sí, estaba en nuestra iglesia, donde oramos junto con los huéspedes que nos acompañan, pero no era eso lo que me parecía confirmar este versículo. Comencé a sentir que mi comunidad orando, era para mí el lugar donde se hacía presente el Señor, para poder acogerme a Él. No siempre es fácil dejar de hacer la oración desde uno mismo, y sentir que se ora junto con los demás. En esta ocasión se me hizo claro, si quería acogerme al Señor, era sintiendo que su presencia inundaba la vida de todos mis hermanos que oraban conmigo. Así pude entender lo hermoso que es el hecho de orar juntos en un lugar y ofrecer ese signo como expresión de lo que es la presencia del Señor en su templo santo.

F. Brändle

Mi alma tiene sed

“Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Sal 41,3). Este verso del salmo con el que quise vivir mi oración, me recordó de inmediato lo que al llegar a este lugar hace unos cinco años, junto con otros cuatro que iniciamos este camino del desierto “carmelitano” de Batuecas nos parecía era el objetivo de este lugar: “Buscar la “fuente” de la que brota la vida verdadera, la que supera el vivir sensible, exteriorizado al que nos vemos sometidos en nuestra sociedad, y así descubrir la unidad que nos hace sentir en comunión con el Misterio divino, con todos los seres humanos y con toda la creación”. Eso me parecía era tener sed del Dios vivo. La fuente es el signo más elocuente de la vida que brota y se entrega, y en ella se puede saciar con verdad la sed. Así la fuente era el símbolo más propio para el Dios vivo, del que como gracia sentimos tener sed. Era así el modo de vivir una verdadera vida contemplativa, que viene asociada a la noticia amorosa, escondida, general que brota de la sed que me lleva a la fuente escondida, la fuente eterna.

F. Brändle