
“Siéntate a mi derecha…” (Sal 109,1). Al quedarme con este breve texto para la oración, lo desligué del sentido del salmo, y dejé que fueran palabras que el Padre me dirigía para vivir mi oración. Dos hechos se sumaron para llevarme a vivir mi oración silenciosa y de modo contemplativo a partir de este texto que repetiría a lo largo de la misma. El estar haciéndola frente al icono de la Trinidad de “Rublev” y el haber iniciado nuestro momento orante comunitariamente repitiendo: “alma buscarte has en mí, y a mí buscarme has en ti”. Sentarme a la derecha del Padre, colocado frente al icono de la Trinidad, era ocupar el puesto que me ofrecía para participar en la vida de la Trinidad, sentándome a su mesa y haciendo realidad el “buscarme en Él”, en Dios-Trinidad. Sí, estaba invitado a participar de su vida, comiendo a su mesa. Era el modo más propio de hacer realidad el buscarme en Él. El símbolo de la mesa común se hacía vivo y real. Es la vida divina nuestro verdadero alimento, ofrecido en Jesús. Ante el icono la invitación a sentarme a la derecha del Padre era una llamada clara a descubrir el evangelio en todo su sentido. El Reino de Dios llega con la invitación a que Dios reine, se haga real en nuestras vidas. El icono contemplado de modo vivo me llevaba a ello.
F. Brändle