
“Que te sostenga el nombre del Dios de Jacob” (Sal 19,2). Fácil es imaginar que para un cristiano el deseo expresado en el verso del salmo se ha de traducir en: “Que te sostenga el nombre del Dios de Jesús”. Con esa convicción comencé mi oración. Me fui abriendo a un sentimiento hondo de ser sostenido por Dios, el Dios que se revelaba en Jesús. La oración me llevó a no imaginar nada, sino dejarme invadir de esa conciencia: Estoy sostenido por el Dios que Jesús ha venido a revelarnos. Comenzaron a invadirme sentimientos de seguridad, de paz, que nunca habría alcanzado con mis razonamientos. Di gracias a Dios por ello, y pensé que quien me lo deseaba era toda la iglesia unida a Cristo. Que es el gran reto de la iglesia, poner la humanidad entera, todos y cada uno de los hombres, mis hermanos, en la palma de Dios para que él nos sostenga. Esa seguridad ha de colmar la esperanza de quienes vivimos en un mundo ajeno a sentimientos cristianos: que un día se llegará a conocer por todos, el amor de Dios manifestado en Jesús.
F. Brändle