El Señor es la defensa de mi vida

“El Señor es la defensa de mi vida” (Sal 26,1). Elegí este verso para mi oración contemplativa. Sí, esperaba que con este versículo el amor de Dios y su cercanía me envolvieran. No esperé en vano, pero lo que no estaba en esa esperanza -que siempre ha de ser en Dios y no en mis cálculos- era lo que orar con este verso iba a traerme. Intuí que mi vida es mucho más que mi yo, con el que me concibo. Si mi vida un misterio que no abarco. Pero es mi vida, la que puede encerrar a Dios, que mi yo conceptual nunca podría encerrar. Pero es mi vida la que se desarrolla en unas relaciones personales con Dios y con el prójimo que sólo pueden vivirse en dimensiones de fe, esperanza y amor. Pero es mi vida que en su inefable misterio nunca podría descubrir quedándome en mi sólo “yo”. Por eso fui intuyendo más y más que el salmista tenía razón. El Señor no es “mi” defensa, sino la defensa de mi vida, que es mucho más. No eran distinciones de razón, sino luz de Dios que a través de este verso me iba desvelando la grandeza de sus designios para con nosotros.  Puse en sus manos “mi vida”, y fui apagando todos esos otros deseos egoístas desde los que pedir a Dios por “mí”, buscando un perdón u ofreciendo unas obras, sin caer en la cuenta que todo eso nacía del mayor pecado que viene de mi yo y no busca en Dios la verdadera defensa de “mi vida”.

F.Brändle