Que brille tu rostro y nos salve


Raffaello Sanzio, 1505, Pinacoteca Tosio Martinengo, Brescia

“Que brille tu rostro y nos salve” (Sal 78,4.8.20) Con este verso, repetido varias veces en el salmo, me recogí para vivir los momentos dedicados a la oración contemplativa. Desde el primer momento comprendí que no me podía figurar el rostro de Dios, era todo luz y me invitaba a entrar en ella. Quedar envuelto en su luz, era el sentido de lo que pedía al desear que brillase su rostro. Al mismo tiempo la luz me llevaba a comprender que nuestra salvación está en vivir en esa luz. Era llegar a descubrir la fuerza salvadora que encierra el dejar que Dios nos envuelva en esa luz que irradia su rostro. No basta la luz de nuestra razón, para dar sentido pleno a nuestra vida, necesitamos la luz que irradia el rostro de Dios, su presencia nacida del deseo de que su rostro brille sobre nosotros.

F. Brändle

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