Los monjes de todos lo tiempos se han adentrado en la experiencia común del Misterio divino. Aun perteneciendo a distintas tradiciones religiosas, tienen muchas cosas que les asemejan. La totalidad de su entrega, el descubrir que sólo hay una cosa necesaria: Dios, y la pedagogía que les dispone a la experiencia sagrada, constituyen un universo familiar para todos ellos.
A partir de ahora os iremos presentando diversos textos de esta rica tradición monástica milenaria, no tanto para leerlos y olvidarlos, sino para rumiarlos en la soledad, pues de ella surgieron.
LA VIDA COMUNITARIA DE LOS ESENIOS
No tienen casa propia, sino que son comunes a todos, porque, además de vivir en comunidades, sus casas están siempre abiertas a los hermanos que vienen de fuera. Tienen caja común y despensas comunes. Comunes son también los vestidos y los alimentos, pues tienen lugar entre ellos la práctica de la comida en común. ¿Dónde encontrar una experiencia más perfecta de vida comunitaria bajo el mismo techo, usando los mismos vestidos y participando de la misma mesa? La razón estriba en que todos los salarios que reciben por su trabajo diario no los guardan para sí, sino que los depositan en común, poniéndolos a disposición de los que se quieran servir de ellos.
En cuanto a los enfermos, no quedan abandonados, bajo pretexto que ya no producen; antes bien, tienen a su disposición en la comunidad todo lo necesario para curar sus dolencias y pueden, además, usarlo sin temores ni escrúpulos. Se respeta a los ancianos y se les cuida como a padres bien queridos, sin escatimar nada, lo mismo que lo harían con sus padres los hijos bien nacidos, los cuales les atienden en su ancianidad, les socorren con las obras de sus manos y los rodean de atenciones.
Filón de Alejandría, Quod omnis probus liber sit 85-87