Textos monásticos de todos los tiempos: El combate espiritual idealizado

Los monjes de todos lo tiempos se han adentrado en la experiencia común del Misterio divino. Aun perteneciendo a distintas tradiciones religiosas, tienen muchas cosas que les asemejan. La totalidad de su entrega, el descubrir que sólo hay una cosa necesaria: Dios, y la pedagogía que les dispone a la experiencia sagrada, constituyen un universo familiar para todos ellos.

A partir de ahora os iremos presentando diversos textos de esta rica tradición monástica milenaria, no tanto para leerlos y olvidarlos, sino para rumiarlos en la soledad, pues de ella surgieron.

EL COMBATE ESPIRITUAL IDEALIZADO

Contemplemos… aquellos ejércitos espirituales… No acampan entre lanzas, como nuestros soldados…, ni armados de escudos y corazas. No. Desnudos los veréis de todo eso, y, sin embargo, llevando a cabo hazañas como no son capaces de cumplir los soldados imperiales con sus armas. Y si eres capaz de comprenderlos, ven, dame la mano y vamos los dos a esta guerra y veamos el orden de combate. Porque, sí, también éstos hacen diariamente la guerra, y pasan a cuchillo a sus contrarios, y vencen a todas las concupiscencias que a nosotros nos asedian. Allí las contemplarás derribadas por tierra, sin poder ni respirar. Allí se ve puesta por obra aquella sentencia del apóstol que dice: “Los que son de Cristo han crucificado su carne con todas sus pasiones y concupiscencias”.

¡Mira qué muchedumbre de cadáveres tendidos, atravesados por la espada del Espíritu!… ¡Mirad cuan espléndida victoria! El trofeo que todos los ejércitos de la tierra reunidos no son capaces de levantar, aquí lo levanta cada uno de los monjes, y derribado está ante ellos cuanto significa desvarío y locura, las palabras descompuestas, los vicios locos y molestos, el orgullo y cuanto de la embriaguez toma sus almas.

San Juan Crisóstomo, In Matth, hom. 70, 3-4

Textos monásticos de todos los tiempos: La renuncia permanente

Los monjes de todos lo tiempos se han adentrado en la experiencia común del Misterio divino. Aun perteneciendo a distintas tradiciones religiosas, tienen muchas cosas que les asemejan. La totalidad de su entrega, el descubrir que sólo hay una cosa necesaria: Dios, y la pedagogía que les dispone a la experiencia sagrada, constituyen un universo familiar para todos ellos.

A partir de ahora os iremos presentando diversos textos de esta rica tradición monástica milenaria, no tanto para leerlos y olvidarlos, sino para rumiarlos en la soledad, pues de ella surgieron.

LA RENUNCIA PERMANENTE

Podríamos situar nuestras celdas a orillas del Nilo, para tener el agua junto a nuestra puerta. Nos ahorraríamos así la fatiga de tener que transportarla sobre nuestros hombros a lo largo de cuatro millas. Ni se nos ocultan tampoco que en nuestro país existen lugares amenos donde la abundancia de los frutos, la belleza y feracidad de los huertos, nos proporcionarían, con el mínimo esfuerzo, lo necesario para nuestro sustento… Pero hemos despreciado y estimado en nada estas comodidades con todos los placeres del mundo y puesto nuestra afición en la aridez de este desierto. Preferimos a todos los deleites la pavorosa desnudez de esta soledad. Pues no vamos tras el lucro pasajero de este mundo, sino en pos de lo único que es eterno: los bienes del espíritu. Porque es bien poca cosa para el monje haber renunciado una vez, es decir, haber despreciado los bienes caducos en el principio de su conversión, si no sigue renunciando a ellos todos los días.

Casiano, Conlationes 24,2.

Textos monásticos de todos los tiempos: Qué es un monje

Los monjes de todos lo tiempos se han adentrado en la experiencia común del Misterio divino. Aun perteneciendo a distintas tradiciones religiosas, tienen muchas cosas que les asemejan. La totalidad de su entrega, el descubrir que sólo hay una cosa necesaria: Dios, y la pedagogía que les dispone a la experiencia sagrada, constituyen un universo familiar para todos ellos.

A partir de ahora os iremos presentando diversos textos de esta rica tradición monástica milenaria, no tanto para leerlos y olvidarlos, sino para rumiarlos en la soledad, pues de ella surgieron.

QUÉ ES UN MONJE

Debemos saber qué es un monje y por qué manera de vivir merece realmente este nombre. Vamos, pues, a hablar de ellos conforme a lo que Cristo nos ha enseñado.
Se le llama así en primer lugar, porque está solo, absteniéndose de mujer y habiendo renunciado interior y exteriormente al mundo. Exteriormente, es decir, a las cosas exteriores y mundanas; interiormente, es decir, a las representaciones de tales cosas, hasta el punto de no admitir jamás los pensamientos de los cuidados mundanos.

En segundo lugar, se le llama monje por cuanto invoca a Dios con oración incesante, a fin de purificar su espíritu de los numerosos e inoportunos pensamientos, y para que su espíritu llegue a ser monje en sí mismo, sólo delante del verdadero Dios, sin acoger jamás los pensamientos que provienen del mal; al contrario, se purifica enteramente como conviene y permanece puro ante Dios.

“Macario”, Homilías espirituales 56, 1

Textos monásticos de todos los tiempos: El noviciado de los esenios

Los monjes de todos lo tiempos se han adentrado en la experiencia común del Misterio divino. Aun perteneciendo a distintas tradiciones religiosas, tienen muchas cosas que les asemejan. La totalidad de su entrega, el descubrir que sólo hay una cosa necesaria: Dios, y la pedagogía que les dispone a la experiencia sagrada, constituyen un universo familiar para todos ellos.

A partir de ahora os iremos presentando diversos textos de esta rica tradición monástica milenaria, no tanto para leerlos y olvidarlos, sino para rumiarlos en la soledad, pues de ella surgieron.

EL NOVICIADO DE LOS ESENIOS

Si alguno desea entrar en su secta, no es admitido inmediatamente, sino que ha de vivir fuera por espacio de un año, durante el cual se le impone el mismo género de vida que ellos llevan, a la vez que le dan una paleta pequeña, un ceñidor y un vestido blanco. Si daba pruebas durante este tiempo que podía guardar la requerida continencia, se le permite adentrarse más en la vida de la secta, hasta participar en las aguas de la purificación, pero no era admitido todavía a vivir con ellos.

Después de esta demostración de fortaleza, su temperamento es sometido a prueba durante dos años más, y, si se le hallaba digno, entonces le admitían en la sociedad. Más antes de participar en la mesa común ha de prestar juramentos formidables.

Flavio Josefo, De Bello Iudaico 2,8,7.

Nuestros Venerables: P. Valentín de S. José

P. VALENTÍN DE SAN JOSÉ
(por Gonzalo Rodríguez L.)

Nace en Castilfalé (León). De padres profundamente cristianos que supieron hacer de su casa una Iglesia doméstica, de la que naturalmente brotaron abundantes vocaciones entre sus hijos. De la etapa infantil del P. Valentín poco sabemos. Quizá por influjo de dos de sus hermanos mayores que habían ingresado en el Carmelo teresiano, ingresó a los trece años en el colegio preparatorio de Medina del Campo. Su madre acababa de fallecer recientemente.

Tomó el hábito en Segovia en 1913, e hizo su primera profesión en 1914. En 1917 hará la profesión solemne en Ávila. En esta ceremonia predicará su hermano, Eusebio del Niño Jesús, que morirá mártir en la guerra civil, y hoy día recientemente beatificado.

Es destinado a Cuba para evitar el servicio militar, y es allí donde se prepara para el sacerdocio, formado por su propio hermano. Llegado el momento recibe la Ordenación sacerdotal en Cienfuegos (Cuba)

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Nuestros Venerables: P. José María del Monte Carmelo (P. Cadete)

P. JOSÉ MARÍA DEL MONTE CARMELO ( P. CADETE)
(por Gonzalo Rodríguez L.)

Nació en la hermosa ciudad de Vigo el 15 de Octubre de 1763. De sus años anteriores a su ingreso en la Orden del Carmen apenas tenemos noticia. De muy niño fue trasladado al palacio de Miraflores (Asturias), donde aprendió las primeras letras. Sus padres le inclinaron a la carrera de las armas. A sus 15 años empieza su carrera militar y en 1872 tenemos al joven cadete en el campo de Gibraltar, formando parte del ejército español. En 1784 prosiguió sus estudios de ampliación militar en la academia de Barcelona.

Todo parecía sonreír al joven cadete: juventud, estudios, gran porvenir en la carrera militar. Y sin embargo, el noble oficial no sentía satisfacción plena. En sus cartas de esta época va mostrando poco a poco un cierto desencanto de su carrera militar y un gran amor por las cosas eternas y una inclinación cada vez mayor por abrazar la vida religiosa.

Los primeros pasos religiosos de nuestro oficial fueron hacia la Cartuja; pero no logró el intento y aconsejado por unos religiosos Paúles, pidió el hábito de Santa Teresa por la Cuaresma de 1786, en el noviciado de Valladolid. Tenía 23 años. Después de sus votos, estudió la filosofía en Ávila y la Teología en Salamanca; en Segovia terminó sus estudios canónico-morales. Estando en este convento de Segovia, deseoso de más soledad pidió al provincial ser perpetuo del Santo Desierto de San José de Batuecas.

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Nuestros Venerables: P. Tomás de Jesús

Hoy inauguramos una nueva sección dentro de esta ventana del Monasterio de S. José de las Batuecas: Nuestros Venerables.

En ella iremos desgranando la vida de los principales monjes que vivieron entre estas paredes, aquellos que hicieron posible que nuestro Monasterio sea lo que es, que el espíritu de nuestra orden carmelitana – aquel que S. Juan de la Cruz y Sta. Teresa de Jesús soñaron para el mundo – se hiciese vida. Ellos son ejemplo para quienes tomamos su testigo, y para todos aquellos que desean hacer de la caridad el centro de sus vidas.

Y el primero de ellos es el Padre Tomás de Jesús, fundador de nuestro Monasterio.

P. TOMÁS DE JESÚS
(por Gonzalo Rodríguez L.)

Tomás Díaz Sánchez Dávila nace en Baeza ( Jaén) en 1564, de padres no muy ricos, pero nobles y piadosos. Estudió artes y Teología en Baeza. En 1583 comenzó la Jurisprudencia en Salamanca. Ya había concluido los estudios cuando, tras la lectura de las obras de Santa Teresa de Jesús, se decidió a tomar el Hábito del Carmen Descalzo. Hizo el noviciado en el convento de Valladolid. Profesó el 5 de Abril de 1587 en manos del P. Gracián, recibiendo el nombre de Fray Tomás de Jesús. Siendo todavía novicio le encargaron la redacción del primer ordinario que tuvo la Orden. Dos años después de su profesión fue destinado, como profesor de teología, al convento de Sevilla.

Su salud fue siempre delicada. Padecía frecuentes insomnios, pero los supo aprovechar bien. En ellos se dedicó a estudiar la historia antigua del Carmelo, la Regla primitiva, los orígenes orientales de la Orden. Estudiaba, pensaba y escribía, al mismo tiempo que procuraba captar el ambiente carmelitano de su tiempo.

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