El Señor se eleva sobre todos los pueblos

Valle de las Batuecas

Amiga/o, quienquiera que abras esta página web, bienvenido seas. Espero poder ofrecerte una reflexión sencilla, con la que compartir el silencio creador de este valle de Las Batuecas.

            Nadie duda de que los salmos en la tradición bíblica son una fuente de conocimiento para quien los lee y medita, pero son aún más una visión de la realidad que sobrepasa la mera lectura y reflexión, cuando uno los trata de leer como camino abierto a la presencia de Dios. Y así me sucedió que me quedé sorprendido al leer en el salmo 112 (la numeración responde a la litúrgica y ésta a la Vulgata):”El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre los cielos”.

Me parecía intuir que tenía un significado más grande que lo que sería la materialidad de su sentido. Un Dios que parece alejarse de la tierra e incluso del cielo, que no podremos imaginarlo, ni alcanzarlo se me hacía cuesta arriba. Esa sublimidad no me permitía amarlo con todo el corazón, se me hacía lejano, sí, sé que no puede caber en conceptos y formas humanas, pero que Él se eleve y parezca huir de la tierra, no me cabía en la dinámica del amor en la que quería encontrar a Dios.

Hasta que se me vino a mostrar que el Señor se eleva sobre los pueblos, porque ningún pueblo forjado desde la riqueza, el poder, puede tener a Dios como centro, sí el pueblo que Él se prepara, levantando al pobre del polvo, alzándolo de la basura, y creando ese pueblo de príncipes que constituyen la humanidad nueva, donde él se eleva sobre todos los pueblos. La luz ya no es la mera razón que se convierte para muchos en su cielo, sino que está sobre ella, esa gloria, luz divina, que alumbra la nueva humanidad y que brota de Dios, cuya gloria está sobre los cielos.

Fray Francisco Brändle.

El mirar de Dios es amar

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Hoy me he vuelto a sorprender en la oración con algo que ha llenado mi vida de paz y consuelo.  Cuando quería descartar de mi memoria lo que leía en el salmo 10, que habíamos recitado en la oración de vísperas, que no era otra cosa que lo que de alguna otra forma me habían enseñado de niño: “El Señor tiene su trono en el cielo, su ojos están observando, sus pupilas examinan a los hombres”. Había que tener un cierto miedo de Dios porque Él lo veía todo, nada podías ocultarle, por tanto había que actuar bien, porque si actuabas mal, aunque nadie lo viera, Dios sí, y por supuesto era para juzgar tu mala acción y castigarte, al menos así yo lo entendía.

Pues bien, que distinto fue en la oración esta tarde, que me viera Dios, que lo observa todo, no me asustaba, al contrario me llenaba de consuelo saber que no le podía dejar indiferente mi existencia, pero aún más me llenó de alegría saber que sus pupilas examinan a los hombres, porque comprendí, que esas pupilas, las niñas de sus ojos, me miraban llenas de ternura, para examinarme, que es purificarme, permitirme superar mis caídas, mi debilidad, y sentir su apoyo.

Esto, tengo que reconocerlo, me vino de la mano de San Juan de la Cruz, “el mirar de Dios es amar”, “cuando Tú me mirabas su gracia en mí tus ojos imprimían” y la noticia, general, amorosa, volvió a envolver mi oración.

Fray Francisco Brandle

Me siento amado por Dios

El Valle de Las Batuecas

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Es imposible describir la percepción de las montañas que se tiene en Batuecas, por eso se me han hecho mucho más luminosas las palabras del salmo 124 (Vg), que recuerdan “Jerusalén está rodeada de montañas,… ahora y por siempre”. No me pude imaginar la ciudad de Jerusalén, de la  que realmente sólo recuerdo la vista desde el Monte de los Olivos, ni cualquier otra ciudad rodeada de montañas.

Mi conciencia abierta a esa presencia amorosa de Dios me vino a mostrar que ese Dios, el Amado que recuerda San Juan de la Cruz, es para mí esas montañas, que percibí como aquí se viven, no como lugares a los que ir, sino como cercanía e incluso venida a uno de la misma montaña. Así es como pude cambiar mi expresión: Díos mío te amo, por la que creo mucho más verdadera: “Me siento Amado por Dios”. La persona amada, es esa Jerusalén rodeada de montañas, la humanidad por la que Dios ha dado la vida es esa Jerusalén rodeada de montañas, y de la forma que en Batuecas se pueden percibir abrazándote de tal modo que sientes que vienen a ti y te llenan de su grandeza.

Fray Francisco Brändle

Cuándo fallan los cimientos, ¿qué podrá hacerel justo?

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Hoy me he preguntado con el salmista: “Cuándo fallan loscimientos, ¿qué podrá hacer el justo?» (Sal 10). No buscaba una respuesta rápida,sino abrirme a todo lo que ello significa, como interpelación de una vida en laque nos parece tener muy firmes cimientos. No quise tampoco convertirlo en unafuente de hipótesis para quedarme con aquello que más me convenciera.

Me quise poner en esa confianza que va más allá de unoscimientos firmes, puestos por mí con una conducta ordenada, con unas ideas claras,con una religiosidad a mi alcance. Entendí sin poder decir cómo, que no era algolo que tenía que hacer, sino dejar que algo se hiciera en mí, dejar que mealcanzara ese morir a mis seguridades para abrirme a una confianza que nace de Dios, y se extiende a toda la humanidad y a toda la creación.

No tenía una respuesta nacida de mi consideración y raciocinio, la respuesta me vino de la vida misma, he de vivir convencido de que los cimientos pueden fallar si son los que yo pongo, serán firmes si brotan de esa confianza fontal en el sentido de la vida.

P. Francisco Brändle

El amor que se hace Palabra única en el silencio de Dios, en la cruz, nos ayuda a comprender el fondo de la historia

Silencio y cruz

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            Sólo desde el silencio que es Dios, sentencia que encontramos escrita al acercarnos al monasterio, puede mirarse la historia de los hombres y mujeres como una búsqueda del Amado que compartimos. La humanidad está herida de amor, porque en su origen se descubre creada para hacerlo vida, porque hemos sido a ello predestinados, para alcanzar la verdadera libertad.

            ¿Qué ha ocurrido a lo largo de los siglos? No dejamos de ser testigos de que la historia parece mostrarnos lo contrario. Los hombres se han convertido en enemigos los unos de los otros, haciendo del proyecto humano un camino de muerte. Se trata de la visión que nos ofrece una mirada hecha desde nuestros ruidos, nuestros deseos centrados en nuestros intereses, pero nada puede impedir esa esperanza que brota del silencio, la que nos permite descubrir la realización de la verdad de lo que somos en el amor.

            El amor que se hace Palabra única en el silencio de Dios, en la cruz, nos ayuda a comprender el fondo de la historia. Cuando por gracia he podido vivir en la soledad de una ermita, envuelto en el silencio y dentro de este bendito valle, la soledad de Cristo en la Cruz, se me hace portadora de ese mensaje único: La humanidad, su historia que se extiende a lo largo de los siglos, pero que tiene su centro de sentido en ese misterio de la Cruz, la puedo vivir como mía, a semejanza de Cristo que la siente suya, y que me invita a descubrir que mi misión en ese lugar no es otra que la de romper esa superficie helada de los hechos que me recuerda el relato de guerras y contiendas entre los habitantes de esta tierra, y descubrir para todos el volcán de fuego, el fuego de una búsqueda amorosa que alentó la vida de todos los místicos, y que tuvo su feliz erupción en la Cruz de Cristo, donde en el silencio se escuchó la única Palabra que da sentido a todo lo acontecido en el mundo, la Palabra pronunciada desde siempre: “Tu eres mi Hijo Amado”, y en el silencio ha de ser oída del alma.

 P. Francisco Brändle