
“Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura, No os inquietéis por el mañana…» (Mt 6,33-34). Cuando estas palabras resonaban en mí, se me hacía difícil pensar que Jesús impusiera algo, para poder seguirle tan alejado de lo que es ser hombre: como el poder evitar al inquietud. Creí acercarme a Jesús más, descubriendo que Él conoce nuestros miedos, conoce nuestra preocupación por el mañana, y no lo condena. Su palabra nos invita a salir de ello, con una nueva experiencia de lo que es el Reino de Dios, y su llegada a nosotros como salvación. Esa experiencia brota de su propia condición humana. De su ser verdadero hombre.
Como muchos de nosotros el pudo comprenderse como “hijo de Dios” que sube a lo alto de un monte y siente que todo es suyo, que no tiene por qué agobiarse. Es una de sus tentaciones, y es la nuestra, que subidos a los montes nos sentimos dioses que dominan todo. Son nuestros modos de entender a Dios, de relacionarnos con Él, siendo capaces de superarlo todo, porque creemos en ese Dios todopoderoso al que obedecemos nos responde con la seguridad de que está con nosotros y nos ayuda haciéndonos “superhombres”. Pero Jesús nos invita a creer en un Dios que cuida e los pájaros en su debilidad. No que les hace fuertes y poderosos sino que cuida de ellos en su misma debilidad. Que viste a las flores del campo, los lirios, que no pueden lucir sus galas más que unos momentos, pero Él no le da un traje salvavidas, sino un traje tan bello que nada hay que lo iguale entre los muchos vestidos que pueda crear el hombre. La experiencia de Jesús, la cercanía de Padre, mirando a los pájaros y los lirios, es la que Él nos invita a vivir cuando nos amenazan tantas dudas ante el futuro: “no os agobiéis”, no es un mandato es una invitación preciosa a vivir el momento en el que estamos teniendo muy cerca al Dios que nos cuida en nuestra debilidad, aunque no nos haga poderosos.
F.Brändle