Historia, carisma y vida cotidiana

Historia

Hace muchos años, en un lejano país de medio oriente, en una montaña llamada el Carmelo, donde vivió el profeta Elías, surgieron unos ermitaños. Lo habían dejado todo en occidente: familia, tierras y futuro. Unos habían llegado a Tierra Santa como peregrinos, otros como cruzados. Fue allí donde se sintieron llamados por Dios, se retiraron a unas cuevas e hicieron en medio de ellas una capilla dedicada a la Virgen María (s. XII). Con los años pasaron a Europa y se hicieron mendicantes y apostólicos, pero sin dejar de ser contemplativos.

Más tarde, en el s. XVI, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, miraron con añoranza aquel origen remoto y santo, y fueron llamados por Dios para dar al Carmelo un nuevo vigor. Así nació el Carmelo descalzo, que se ha caracterizado por ser contemplativo y activo al mismo tiempo, aunque desde el origen existieron conventos especialmente dedicados a la oración.

Nuestro monasterio se fundó en el año 1599 en el valle de Batuecas por el venerable Fr. Tomás de Jesús. En su origen está el modelo de los antiguos ermitaños del Monte Carmelo, de su soledad, su pobreza, su contemplación, y de los monjes del desierto de Egipto, de ahí que se llame “Desierto” de San José de Batuecas. También la arquitectura del monasterio siguió el mismo modelo antiguo: una Iglesia rodeada de ermitas. En 1836, con la desamortización, fue expropiado el monasterio. Lo recuperó Santa Maravillas de Jesús, carmelita descalza, en el año 1936. Aquí vivieron ella y sus monjas hasta que lo cedieron a los frailes, que volvieron a habitarlo en 1950.

Carisma

El carisma que ha definido siempre a nuestra Orden del Carmen Descalzo es el contemplativo. Los demás elementos, como la pobreza, el apostolado y la fraternidad, nacen de la experiencia interior y la enriquecen. Santa Teresa dice a sus monjas: todas las que traemos este hábito sagrado del Carmen somos llamadas a la oración y contemplación, porque éste fue nuestro principio, de esta casta venimos, de aquellos santos Padres nuestros del Monte Carmelo, que en tan gran soledad y con tanto desprecio del mundo buscaban este tesoro, esta preciosa margarita de que hablamos [la contemplación].

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Semblanza de un ermitaño

Fr. Matías del Niño Jesús

Semblanza de un ermitaño

El día 27 de junio de 2008, a las 3.10 de la madrugada, fallecía en el Hospital de la Santísima Trinidad de Salamanca el P. Matías del Niño Jesús. Tras sus casi noventa años de vida, existe una historia que sólo Dios conoce de verdad, y que a los que hemos tenido la gracia de vivir con él algunos años, se nos ha dado a conocer en parte.

Si se hiciera una biografía completa del P. Matías, se nos iluminarían muchos puntos de nuestra propia historia Provincial de Castilla. Él, en su larga vida de carmelita, ha sido protagonista y testigo de muchos momentos importantes de nuestra historia, conocidos unos, y otros más ignorados. Yo aquí sólo haré una breve reseña con el fin de dar gracias a Dios por su larga vida y por su obra.

Infancia y vocación

Su nombre de pila fue Florencio Matilla Rengel. Nació en Hinojosa de Duero (Salamanca) el 12 de agosto de 1918, de Matías Matilla e Isidra Rengel. Tuvo dos hermanos y dos hermanas.

Con 11 años ingresa en nuestro Seminario Menor de Medina del Campo (Valladolid). Él recordaba que un niño del pueblo había ido allí, cuando regresó en las vacaciones hablaba muy bien del ambiente y de la comida, lo que animó a entrar a varios niños más, entre ellos, al pequeño Florencio. Estas motivaciones elementales Dios las fue utilizando para trazar y hacer crecer en él la vocación al Carmelo.

En el Seminario fue recibido por el Beato P. Eusebio del Niño Jesús, prior entonces de Medina y más tarde mártir. En aquellos años iniciales fue aprendiendo los rudimentos de la piedad carmelitana, el amor a la Virgen del Carmen, a San José, a los Santos del Carmelo; devociones que vivió hasta los últimos momentos de su vida con el mismo fervor de cuando niño, con un cierto toque infantil. Su confesor en aquellos años fue otro Beato, también mártir: el P. Nazario.

Florencio era buen estudiante, sobre todo tenía buena memoria. En una ocasión obtuvo el primer premio en una prueba de latín, y le hicieron un regalo que conservó toda su vida, y que mientras escribo esto, aún permanece en el estante de su celda: “El Monte Carmelo”, del P. Florencio del Niño Jesús. Fue precisamente este libro el que despertó en él su gran interés por la historia de nuestra Orden, un interés que nunca perdió.

Noviciado y Profesión

Con 15 años y pantalón corto –así nos lo narraba él en las recreaciones de Batuecas-, se acercó a tomar el hábito el 3 de julio de 1933, iniciando así su noviciado en Segovia. A partir de ese momento su nombre será el de Fr. Matías del Niño Jesús, por el que se le conocerá siempre. Este apellido religioso refleja muy bien su espiritualidad, ligada siempre a la infancia de Jesús, especialmente bajo la advocación de Praga. Su maestro de novicios fue el P. Valentín de San José, al que él estimó tanto desde entonces, y con el que, mucho más tarde, coincidirá en el Desierto de Batuecas.

Terminado este año de noviciado, profesa en Segovia el 15 de agosto de 1934, pasando a nuestro convento de Ávila, donde realizará sus estudios filosóficos entre 1934 y 1937. Durante este período estalló la guerra civil española, y fue en Ávila donde le llegaron noticias del fusilamiento del Hno. Daniel, connovicio suyo, y de los PP. Eusebio y Nazario, actualmente todos beatos.
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La prudente espera

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Por Fr. Ramón de la Cruz ocd

Ser persona es esperar. No seríamos seres humanos sin esperanza, sin la capacidad de estar abiertos a experiencias y valores aún no alcanzados. Pero admitir esto significa también reconocer que somos incompletos; algo nos falta. Es desde esta pobreza íntima desde donde esperamos ser completados, ella es la base de nuestra esperanza, y ella supone tanto un abrirse a lo que sale a nuestro encuentro, como a una tarea que hemos de realizar.

La vigilancia
Las vírgenes prudentes representan esta doble dimensión de la esperanza. Ellas han sido invitadas a un banquete, y esto es un gran honor que se les hace. Pero la llamada conlleva una disposición: han de venir preparadas, y para ello han de ser solícitas. La atención será un elemento fundamental en la preparación de las jóvenes doncellas. Es la misma disposición que la del vigía en la noche. Él está atento, siempre vigilante. La vigilancia en las vírgenes que se acercan a las puertas del banquete está representada por el aceite. De ella surgirá la llama que las permita reconocer y ser reconocidas. Al fin y al cabo, la espera no es de otra cosa sino del amor; ella termina con un encuentro.

Esperar incluso durmiendo
En la parábola se da un dato aparentemente contradictorio: Tanto las vírgenes que han estado atentas en llevar el aceite como las que no, se han dormido. Pudiera pensarse que todas son negligentes en la espera. Sin embargo, el hecho de poseer el aceite, en la parábola, es suficiente para entender que las que la tienen, mantienen una disposición íntima que permanece durante el sueño. Es como cuando aguardamos algo valioso, aunque durmamos, algo en nosotros está siempre en vela. Pues bien, el aceite representa esta actitud imperceptible y escondida, pero alerta.

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Bienvenida y presentación

Bienvenido a este pequeño espacio de la blogosfera. Este blog pretende ser una pequeña ventana al mundo a través de la cual compartir nuestra experiencia de vida en el Monasterio de S. José de las Batuecas, de los PP. Carmelitas Descalzos.

Nuestro modo de vida en clausura nos permitirá actualizar de cuando en cuando los contenidos. Ten paciencia si no lo podemos hacer con la frecuencia que nos gustaría, o tardamos varias semanas en responder a los comentarios. A nuestro valle aún no ha llegado ni internet ni la cobertura móvil.

Siéntete como en tu propia casa, porque lo es.