
“El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor” (Sal 40,4). Me llamó la atención este versículo del salmo, que decidí acogerlo como ayuda para mi oración. No sé bien que es lo que me pudo mover a escogerlo entre los que el salmo, -tan sencillo-, del Dios que ayuda a los pobres, me podía ofrecer. En el discurrir de la oración, el repetir el versículo me fue despertando la conciencia a sentirme unido a toda la humanidad, sí, cierto a los muchos enfermos que pueden yacer en los hospitales, en sus hogares, pero lo que se me abrió a mi conciencia es la humanidad entera en ese lecho del dolor, y así descubrí en la noticia amorosa general y oscura, que Juan de la Cruz coloca como cumbre de la meditación y puerta de la contemplación, al Dios que sostiene a toda la humanidad que yace en el lecho del dolor. Era una visión llena de esperanza. Si Dios sostiene a la humanidad en el lecho del dolor, la humanidad sanará, la salvación se acercará a todos. Me sentí agraciado con esos sentimientos de solidaridad con todos los hombres, al tomar conciencia profunda de la salvación como gracia universal, nacida del deseo más profundo de todo enfermo de salir de su enfermedad para liberarse de ella. para tomar conciencia de lo que es ser libre plenamente, de lo que le impedía llegar a vivir la salud, la salvación. ¿qué enfermo rechazaría la salud?
F. Brändle