tus humildes

“Para que rija a tus humildes con rectitud” (Sal 71,2). Me sorprendí con este modo de llamar a los fieles: tus humildes. ¿Cómo identificarlos? Repetir en la oración este verso quiso ser el modo de acercarme a su contenido. Me vino claro a mi conciencia que los humildes son quienes se sienten nacidos en gratuidad. Lo que somos lo hemos recibido. Necesitamos aprender a recibirlo con verdad. Sólo lo podremos hacer si nos acercamos a quien nos puede regir con rectitud, aquel a quien Dios envía para regir a sus humildes. Abrirnos a ese don que somos, es dejar que se lleve a cabo en nosotros su proyecto. Aquí está la razón de esa humildad, que no es apocamiento, sino acogida gozosa de mi propio ser. María es el testimonio más fehaciente de ese deseo, y Jesús el modelo a seguir, si me pongo bajo su guía. Entender el versículo me ayudo a valorar mi propia vida en toda su grandeza, que nace de reconocer mi ser humilde, para ser regido con verdad y rectitud.

F.Brändle

Su Presencia

La iglesia recita los salmos unida a Cristo. Cristo se hace orante con ellos. Su petición sin duda fue, es y será  escuchada. Con estos pensamientos, repetía en mi oración silenciosa los versos del salmo 71: “que baje como lluvia sobre el césped, como llovizna que empapa la tierra” abierto a lo que pudieran revelarme sabiendo que era de Cristo de quien lo estaba diciendo, y que él lo pidió, lo pide y lo seguirá pidiendo. ¿Qué es esa lluvia que se desea caiga sobre el césped? ¿qué es ese césped que recibe la lluvia? Y pensé que cuando se siente tan dulcemente el caer de la lluvia sobre el césped no podía ser otra cosa que esa presencia gozosa de Cristo cuando comienza a alentar en su seguimiento a los hombres. Pedía que así lo sintieran y se dejarán alcanzar por Él, todos los seres humanos… ¿Y esa lluvia que empapa la tierra? Me parecía que era algo mucho más profundo, era llegar a identificarse con Cristo. El agua así absorbida me llevaba a pensar en que ello era llegar a alcanzar el “Cristo vive en mi” de San Pablo. Me parecía algo lleno de sentido saber que es Cristo, que es la Iglesia, cuya cabeza es Cristo quien recita este salmo y hace suyas estas peticiones. Sin duda este salmo 71 que se recita en tantas ocasiones nos abre horizontes llenos de luz a la hora de vivir nuestra fe.

F. Brändle

Paz y Justicia

“Que los montes traigan paz, y los collados justicia”  (Sal  71). Cuando leía estos versos pensaba que era una bella petición que tendría que saber descubrir en su sentido más genuino, el del lenguaje del espíritu, que tanto nos cuesta aprender. Repetía una y otra vez: “que los montes traigan paz y los collados justicia”. Recordaba que San Juan de la Cruz había usado estos dos símbolos: monte y collado, como lugares donde verse en la hermosura de Dios. Intuía en el silencio de la oración, de esa noticia amorosa de Dios en la que venir a vivir su presencia en el mundo, lo que importa llegar a una verdadera paz despertando los valores religiosos en la humanidad. Fomentando ese encuentro con el Dios vivo en el corazón de los hombres, abriendo caminos de verdadera contemplación para todos. La montaña símbolo de la presencia asombrosa de Dios en la vida de los hombres sería el dador de la verdadera paz.

Junto a esta intuición la del verso siguiente también se me hizo presente: la verdadera justicia llegará cuando en el corazón de la humanidad anide la salvación, el sentirse plenamente realizado todo hombre que llega a este mundo. Mi encuentro se hizo también vivo con todo ser humano que habita, habitó o habitará en este mundo. Formábamos esa unidad salvada, justificada que se simbolizaba en el collado. La contemplación del verdadero Dios y el verdadero hombre sería la meta a alcanzar expresada en esos dos términos, la paz y la justicia. Y seguí repitiendo: “Que los montes traigan paz, y los collados justicia”.  Espero que desde esta intuición el Señor me haga más comprometido en la búsqueda de los caminos que la hagan posible.

F. Brändle