Le preparaste el terreno y echó raíces

“Le preparaste el terreno y echó raíces…” (Sal 79,10). Entresacado del salmo este verso vino a ayudarme en mi oración. Con el recuerdo vivo de Santa Teresa, el terreno que Dios prepara es mi propia vida, entendida como auténtica vida humana. Me vi totalmente en sus manos. Sólo en ese terreno preparado puede enraizarse una verdadera vida cristiana, plenitud de toda vida humana. La vid verdadera en la que encontrar la vida: Cristo, me ofrece, como sarmiento, auténticas raíces que harán posible unos buenos frutos. El verso del salmo me fue iluminando el camino de mi vida de fe. Es Dios el verdadero labrador que no sólo me dio la vida, sino que la prepara y dispone para que pueda dar fruto porque en esa tierra puede echar raíces. Me pude apropiar de esa historia de salvación repitiendo una y otra vez el verso del salmo.

F.Brändle

Les diste a comer llanto

Lágrima de san Juan en la ¨Deposición de Cristo¨ , de Rogier van der Weyden, El Prado, Madrid (1399/1400?-1464)

“Les diste a comer llanto, a beber lágrimas a tragos” (Sal 79,6). No sé por qué este fue el versículo del salmo que guardé en mi memoria para el tiempo de la oración. Como suelo hacer no lo guardé en mi memoria para meditarlo. Simplemente trataría de repetirlo durante la oración silenciosa y sólo el Señor sabía a dónde me llevaría. No pasó mucho tiempo, se me fue abriendo el horizonte, no pensé en concreto en las pruebas del pueblo judío que podría recordar el salmista. Sólo entendí que es una gracia enorme del Señor venir a descubrir como alimento de la vida el llanto y el dolor de los hombres. Tampoco me quedé con alguna de las situaciones concretas por las que puede estar atravesando el mundo, tampoco me vino a la memoria la pequeña prueba que supuso el tener que abandonar el convento, ni el ver mucha parte de la vegetación quemada. Que nos ha tocado vivir en Batuecas. Era una noticia general, pero llena de sentido la de asociar a mi vida el dolor de la humanidad. El poder beber del llanto de los hombres. Descubrí que la oración y la comunión con Dios no es una evasión, sino la ocasión de vivir a fondo el dolor de todos los hombres, si el Señor te lo concede. Por supuesto que es una gracia, y por lo mismo no un sentimiento externo. Pero con ello repetí con humildad, que me unía a todos los hombres que comían llanto y bebían lágrimas, y ello no por voluntad de Dios, sino porque Dios estaba más que con nadie con ellos, y a mí a través de la oración me acercaba a ellos.

F. Brändle