Iniciamos el tiempo de Cuaresma. Un espacio litúrgico como éste tiene la función de sugerirnos, de hablar de alguna de nuestras dimensiones más profundas, de ayudarnos a conocernos mejor y de acercarnos más al Misterio divino.
La Cuaresma es, ante todo, un recorrido. Los seres humanos no hemos sido creados para vivir estancados, sino para caminar y conocer mejor a Dios mientras avanzamos. Así le sucedió a Israel cuando salió hacia la Tierra Prometida. El pueblo, en Egipto, no se conocía a sí mismo; la esclavitud les impedía saber quiénes eran ellos y quién era su Dios. Cuando se vive en esta ignorancia, se vive a medias y surge un sentimiento de insatisfacción. Ésta es la insatisfacción que nos lleva a ponernos en camino, como a Israel.
Hay un clamor profundo en todo ser humano por encontrar un sentido en la vida. Israel no lo encontraba en la esclavitud, y por eso clamó a Dios. La liberación de Egipto, como toda liberación, produce en principio una gran alegría. Pero la libertad verdadera no está sólo en una libertad política o social, o en hacer aquello que me dictan mis instintos. La libertad nace de conocer cuál es mi fin, mi destino. De ahí que sea tan importante que descubramos en la vida un horizonte que dé sentido a cada uno de nuestros pasos presentes. Sigue leyendo «En Cuaresma»