Repetir un verso de alguno de los salmos rezados en la oración litúrgica, sigue siendo el modo en que mantengo la atención amorosa, pero tal atención me la ha suscitado la conciencia del Dios que me busca y ama, mucho más que yo pueda hacerlo a él. Me ama desde su condición divina, por eso estos versos de San Juan de la Cruz me lo han recordado siempre, y son tan propios para ser colocados en este fin de Semana del Triduo Pascual:
1. Un pastorcico, solo, está penado
ajeno de placer y de contento,
y en su pastora puesto el pensamiento,
y el pecho del amor muy lastimado.
2. No llora por haberle amor llagado,
que no le pena verse así afligido,
aunque en el corazón está herido,
mas llora por pensar que está olvidado;
3. que sólo de pensar que está olvidado
de su bella pastora, con gran pena
se deja maltratar en tierra ajena,
el pecho del amor muy lastimado.
4. Y dice el pastorcico: ¡Ay, desdichado
de aquel que de mi amor ha hecho ausencia,
y no quiere gozar la mi presencia,
y el pecho por su amor muy lastimado!
5. Y a cabo de un gran rato, se ha encumbrado
sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos,
y muerto se ha quedado asido dellos,
el pecho de el amor muy lastimado.
Que modo tan bonito de recordar la resurrección: como los brazos del crucificado y resucitado, Dios en Jesús que me ha buscado y quiere encontrarme, por eso: el gran rato, que es la historia hasta su final. Así puedo vivir siempre con la conciencia de esa presencia amorosa de Dios. ¡Feliz Pascua de Resurrección!