VOLVER AL EVANGELIO

Algunos de los principios esenciales de acuerdo a los cuales vivimos los monjes son sin duda los del Evangelio. Sin embargo, no creo que nosotros los monjes pensemos con frecuencia en el Evangelio como nuestra regla esencial a la luz de la cual todas las otras reglas deben ser constantemente juzgadas. A veces se permite a otras reglas y a los libros de costumbres obscurecer las exigencias del Evangelio o hasta excusarnos de ellas. A veces en lugar de la libertad real en el Espíritu o del ejercicio de la verdadera caridad, se busca “la seguridad de la obediencia” a una regla o a un libro de costumbres.

Existe por supuesto, nuestro común, básico, egoísmo humano. Y pienso que muchos de nosotros, jamás nos hemos encontrado con alguien que viva profundamente el Evangelio, que este convencido de que en último termino, el monaquismo no es mas que eso y nos haya desafiado a participar de esa visión y de ese modo de vivir. Además, el énfasis sobre un enfoque de los Evangelios más literal y racionalista en nuestros programas de estudio ha llevado a una apreciación bien conceptual de los, mismos. No hemos empleado tiempo suficiente en los mismos Evangelios ni los hemos encarado como una verdadera lectio divina (me parece que en la actualidad pocos saben hacer una verdadera lectio y no se les enseña esto a los novicios).

Estoy seguro de que esto varia de monasterio a monasterio, pero mi limitado conocimiento indica que el Evangelio no ha sido lo primario y lo central en la renovación y en los diálogos de muchas comunidades. Los que claramente hablaban (le un simple retorno al Evangelio han encontrado, a veces, de parte de los otros, el temor de que esto significaría perder lo que es distintivo del monaquismo. Es verdad que algunos, buscando un simple retorno al Evangelio, no se han preocupado suficientemente de la peculiar expresión monástica de vivir el Evangelio. Pero generalmente no parece haber una preocupaci6n suficiente por evaluar la vida monástica a la luz del Evangelio. Es necesario que veamos la Regla como algo relativo y los medios como medios.

IV. Necesitamos verdaderos padres y madres espirituales, verdaderos starets, que puedan engendrar un modo de vivir evangélico. Los monjes y las monjas que lo deseen, que sienten que son llamados a eso, podrían ser liberados de las preocupaciones ordinarias para poder sumergirse profundamente en el Evangelio y así desafiar y ayudar a los demás. La misma comunidad podría hacer en común alguna búsqueda seria en el Evangelio y todos los diálogos monásticos podrían comenzar con un texto, dejando que el Señor diga la primera palabra.

A todos se les puede alentar para dedicarse a un serio estudio bíblico, pero es necesario que el interés vaya no solo a los estudios modernos sino también al comentario Patrístico y Medieval y a todos los sentidos de la Escritura.

Somos seres encarnados y aunque flojos en nuestra apreciación de los símbolos, sin embargo la sacramentalidad nos afecta y recibiremos su sello si se le da al texto sagrado un lugar destacado en nuestros oratorios, salas de comunidad y celdas, si su lectura centra la oración pública, las reuniones y nuestra lectio personal.

Monasterio de Santa María, Madre de la Iglesia. Uruguay

LOS SANTOS AYUNOS



Guardad ayuno todos los días, menos los domingos, desde la fiesta de la exaltación de la Santa CRuz hasta el día de la Resurrección del Señor, a no ser que la enfermedad o debilidad física u otra causa razonable aconseje su dispensa, pues la necesidad no está sujeta a ley (Regla 14)

Con la fiesta de la exaltación de la santa Cruz comienzan en el santo Desierto los santos ayunos. Es la gran cuaresma monástica que va desde este día hasta la celebración de la Pascua. Es un tiempo de mayor recogimiento, porque la oración exige la purificación profunda del corazón y del alma, para que la unión con Dios no se ponga en algún “gusto o sentimiento sensible”, ni en suavidad espiritual, sino en pureza de fe (Cf. Noche 1, 5-6)

El ermitaño recuerda de forma especial en este tiempo que “no solo de pan vive el hombre”, y que en su camino hacia Dios ha de reconocer su debilidad y su dependencia total de Aquel que lo llama a una íntima comunión de amor. Para tal empresa de vida espiritual nos prepara la ascesis teresiana que es toda evangélica, impregnada de amor y alegría espiritual. Sí, alegría, porque no se crean que el ermitaño vive este tiempo con tristeza o pesadumbre. Más al contrario, es un tiempo en que su corazón permanece en vela, en tensión hacia Dios; y al mismo tiempo puede ayudar con su austeridad a las necesidades de sus hermanos los hombres que padecen necesidad.

Pero el ayuno no sólo consiste en comer menos, en sentir la necesidad del alimento, sino que el ayuno también es romper todo yugo, en compartir el pan con el hambriento, en acoger en el monasterio a los pobres sin hogar, cubrir al prójimo cuando lo ves desnudo y en no esconderse de quien de tu propia carne.

Espiritualidad monástica de San Jerónimo (2ª parte)

[El siguiente texto ha sido escrito por un nuevo colaborador de este weblog. Sencillamente «Un Hermano».]

Para Jerónimo no hay vida monástica sin hacer de la Sagrada Escritura, de su lectura amorosa y de su meditación constante, el centro de la vida del monje. Se trata de seguir a Cristo, pero seguir a Cristo conforme a la escritura. La regla que rige la vida del monje es la Escritura y sólo la escritura. La vida del monje es una vida separada del mundo en una búsqueda continua de Dios en la lectio divina y la oración. Por eso Jerónimo recomienda a todo monje: “lee con mucha frecuencia y aprende lo más posible. Que te sorprenda el sueño con el códice en la mano y caiga tu faz sobre la Escritura santa (Ep.22, 17). La lectura de la escritura ha de hacerse en la soledad de la celda. La celda es el lugar de intimidad entre Cristo Esposo y el monje. Sigue leyendo «Espiritualidad monástica de San Jerónimo (2ª parte)»

Espiritualidad monástica de San Jerónimo (1ª parte)

[El siguiente texto ha sido escrito por un nuevo colaborador de este weblog. Sencillamente «Un Hermano».]

San Jerónimo, hombre intrépido, carácter fogoso y apasionado, monje de los pies a la cabeza, es un ejemplo lúcido y una flecha de fuego, en estos momentos en que parece que las cenizas quieran apagar el fuego que sigue ardiendo en los corazones de aquellos a los que el Espíritu sigue llamando a la aventura monástica.

San Jerónimo antes que nada tenemos que decir, que es un hombre realista y con los pies bien puestos en el cielo. Nadie espere encontrar en él una mística de corte platónico ni sentimentalismos estériles. Su espiritualidad monástica tiene como fundamento el Evangelio y desde éste el seguimiento radical de Cristo. Sigue leyendo «Espiritualidad monástica de San Jerónimo (1ª parte)»